«Me dejaba arrastrar a largas rachas de indolencia sensual y sin sentido. Me divertía ser un «fláneur», un «dandy», un personaje mundano. Me rodeaba de naturalezas mezquinas y de mentes inferiores».
Oscar Wilde
El célebre escritor, describe sus fracasos desde su celda en «De Profundis».
El término flâneur procede del francés, y significa ‘paseante’. La palabra flânerie se refiere a la actividad propia del flâneur: vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al paso.
En sus Confesiones, Rousseau dice: “Nunca pensé tanto, ni existí tan vívidamente ni experimenté tanto, nunca he sido tanto yo mismo –si puedo usar esta expresión- como en los viajes que he hecho solo y a pie”.
Estos personajes siempre existieron, pero se les asocia principalmente con la época de modernización. No sólo Baudelaire profundizó en ello desde su obra «Las Flores del Mal». Edgar Alan Poe lo hizo en su cuento “El hombre de la multitud” y después de él, el filósofo Walter Benjamin reflexionaba sobre la figura del flâneur dándole otra perspectiva. Empleó el concepto de «espectador urbano» para referirse tanto a su destreza analítica como a todo un estilo de vida. Él mismo se convirtió en el paradigma del flâneur.
La modernidad
El desarrollo del comercio, industria y el incremento de población, aparece el ocio recreativo y el consumo urbano, impulsadas por la floreciente burguesía europea del siglo XVIII.
Las grandes ciudades europeas, comenzaron a albergar «lugares diferentes» destinados al comercio y al tiempo libre. Proliferaron casas de té, cafés, bares, lugares de juego, comercios de diferentes rubros.
Surgieron «Los pasajes» en París debido a las desastrosas y mal iluminadas calles, estos, tuvieron un éxito increíble con sus techumbre vidriada…
Las grandes ciudades comienzan a tomarse muy en serio el tema de Urbanización.
Comenzó…
Nueva York por 1800 con su canal Eire. Este conecta los Grandes Lagos con la ciudad.De 547 km de largo, 46 m de ancho y 4 m de profundidad. Su inauguración fue en 1826. Sus 15 largas y amplias calles hizo que se promulgaran leyes sanitarias, de seguridad y espacios verdes, dando lugar a la creación de Central Park, que tiene dos veces el tamaño del estado del Principado Mónaco!!!.
El Londres del siglo XIX era producto de la Revolución Industrial, se transformó con la llegada del ferrocarril.
La primera línea que se construyó fue del Puente de Londres hacia Greenwich, la cual se abrió en 1836. Joseph Bazalgette ingeniero en jefe de Obras Públicas de Londres, creó o una red de alcantarillado para el centro de la ciudad y dio comienzo a la limpieza del Támesis. El sistema fue inaugurado por el príncipe de Gales en 1865. El alcantarillado se sigue vigente hoy en día.
Viena– 1857- El emperador Francisco José I decretará la destrucción de las murallas para mayor superficie edificable. El Ringstrasse nuevo eje de la ciudad, la Wiener Börse, Academia de Bellas Artes, Ayuntamiento de Viena o Rathaus, la Ópera Estatal de Viena etc.
En España– Barcelona sigue el plan de Ildefonso Cerdá realizado en 1859. En Madrid – el Ingeniero Carlos María de Castro, inspirado en el de Cerdá y Arturo Soria «la ciudad lineal». Luego San Sebastián en 1864 y Bilbao – 1876.
Pero la ciudad que se lleva todos los aplausos y muchos abucheos es…
París
Napoleón III encargó a Georges-Eugène Haussmann el 22 de junio de 1852 que «modernizara» París. Confiaba que pudiera convertirse en una ciudad con calles seguras, mejores viviendas, comunidades salubres y además mayor fluidez en el tránsito.
Haussmann eliminó calles, derribó casas y apartamentos sin piedad alguna.
En diecisiete años, el prefecto de París estableció: 600 km de alcantarillas y 175 km de calles, construyó ayuntamientos para los distritos y escuelas, diseñó plazas, parques y bosques, estimuló la inversión privada, reconstruyó barrios en el centro de la ciudad y diseño los futuros crecimientos en las afueras…
Avenidas anchas, unidas a las principales estaciones ferroviarias. Vías flanqueadas por árboles y creó extensos jardines por los que hoy París es famoso.
Estos grandes cambios urbanísticos animó a otras ciudades como Florencia 1864-1877, Bruselas 1867-1871. También Moscú muestra influencias haussmannianas. Inspiró movimientos arquitectónicos entre ellos, el movimiento City Beautiful en los Estados Unidos. Daniel Burnham tomó el plan de Haussmann e incorporó los diseños de diagonales en su Plan de Chicago de 1909.
En menos de dos décadas, París se convirtió en el «Símbolo de la modernidad». «La capital del lujo y de las modas». Por lo tanto…
Las delicias de un flâneur
Estos comenzaron a fluir por todas partes… !todos querían serlo!
Escritores y poetas, pintores y músicos, ciudadanos, visitantes, científicos, artistas, bohemios… Utililizaban lo que tenían a mano para distinguirse: vestimenta, cámaras fotográficas, actitudes diferentes, opiniones.
Su hábitat natural: los bulevares y pasajes, los cafés y parques de la ciudad.
Practicaban la flânerie Samuel Beckett, que vagabundeaba por las calles con su buen amigo, el escultor Alberto Giacometti. Marcel Duchamp iba paseando por Broadway totalmente absorbido por la ciudad antes de adquirir el urinario que convertiría en –discutida– obra de arte y que firmaría bajo el seudónimo de R. Mutt. Más recientemente, músicos como Lou Reed o Nick Cave dedicaron canciones a estos paseantes urbanos, amantes de las grandes urbes.
«La multitud es su dominio, como el aire es el del pájaro, como el agua el del pez», escribió de ellos Charles Baudelaire.
El flâneur desempeñaba un doble papel en la vida ciudadana, por un lado mezclándose con el gentío de la calle, y por otro, manteniendo su condición de observador atento y cabal. La ciudad moderna fue el escenario que dio a luz este nuevo individuo, de percepción diferente del tiempo y del espacio, de la libertad y del bienestar.
Era el Maestro en el gozo de observar y disfrutar del buen gusto y de lo exquisito. El observador urbano con la cámara portátil errante y apasionado, que atesora hasta la menor huella y reproduce el curso de las cosas, la agitación de la ciudad, el espíritu público de la multitud.
«Vagabundos cultivados»
Para muchos, la flânerie se convirtió en el único oficio. Había que ser docto en experiencias, percepciones, miradas, capacidad para improvisar, siempre atentos a alguna exposición, donde comer algo o encontrarse con algún conocido que invite un café caliente a cambio de algo de atención y presencia. Con flema romántica otorgaron la rica semántica al término “flâneur” el saber estar…
En el siglo XXI
El escritor Edgardo Scott, en su libro Caminantes -2019, afirma que no se camina y cuando se hace, se camina sin ver, sin abandonarse al paseo que rara vez hacemos solos. Los horarios ajustados, la responsabilidad de las rutinas y las pantallas a las que dedicamos gran parte del día, hacen que el concepto de pasear de manera contemplativa nos resulte ajeno. Ya no salimos de casa sin el teléfono o sin auriculares que nos amenicen el paso. Si observamos algo que nos llame la atención durante un paseo lo inmortalizamos y lo compartimos en las redes sociales, ¿será esta una nueva manera de relacionarse con la ciudad?
Hoy y siempre, flânerie será: salir de casa sin un objetivo concreto, sin el más absoluto apuro, sin móvil ni nada que nos distraiga, a solas… dispuestos a sorprendernos con todo aquello que nos deparan sus calles.