Un «filoheleno» muy especial…

Nos dice Fotios Malleros «En la época clásica, los términos filohelenismo y filohelenos se aplicaban a los griegos para significar su amor a la patria. (...En tiempos del Renacimiento, se denominaban filohelenos a los admiradores y estudiosos de la antigüedad clásica griega. Pero el vocablo tomó un significado importante durante la revolución griega y, en especial, luego de la muerte de Lord Byron» .

En John Pendlebury el «filohelenismo» tuvo una connotación muy singular. No solamente amó a Grecia sino que sucumbió combatiendo por ella como ningún otro extranjero lo había hecho antes.

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John Devitt Stringfellow Pendlebury nació en Londres el 12 de octubre de 1904. Su padre, Herbert Stringfellow ‘Pen’ Pendlebury -1870-1953- era cirujano en St George’s por entonces cerca de Hyde Park y del Cuerpo Médico del Ejército Real a partir de 1908. Su madre Lilian Dorothea ‘Lily’ Devitt (1871-1921) era la hija de Sir Thomas Lane Devitt, presidente de la compañía naviera Devitt and Moore y de Fanny Theodora Pye-Smith. John fue hijo único.

Por un accidente a los dos años perdió su ojo izquierdo y como consecuencia del no uso del mismo, llevaba siempre su ceja derecha levantada, dándole una apariencia singular y distinguida.

Jacinto Antón confiesa en un reportaje hecho a Patrick Leigh Fermor » ¿Cómo era Pendlebury?, «Muy alto y de aspecto muy saludable, atractivo. Aquel día iba de uniforme, pero con un rifle en bandolera y una canana llena de cartuchos a la manera de un kapetanios, un jefe de la guerrilla cretense. No pude dejar de fijarme en su célebre ojo de cristal, que se decía solía dejar sobre la mesa de su despacho para indicar que volvería pronto. Llevaba en la mano el famoso bastón estoque. Y cuando alguien le pidió que lo mostrara, sacó la hoja de la vaina con un único giro de la muñeca y trazó un relámpago letal mientras exhibía una gran sonrisa». El bastón estoque, que Pendlebury consideraba el arma ideal .

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La infancia y adolescencia de John fueron sumamente entretenidas y sus padres se preocuparon de que su formación fuese rigurosa y al mismo tiempo amena. En 1917, con 13 años, comenzó su preparación para ingresar en el prestigioso Colegio Winchester estudiando griego y latín clásicos. En marzo de 1918 logró aprobar el examen de ingreso y se convirtió en un «wikehamista».

En septiembre de 1921 falleció su madre. Por entonces, John leía los clásicos griegos en su lengua original y se cuenta que en una ocasión le contó a su padre la narración de la primera obra de la trilogía de la «Orestíada» de Esquilo, el «Agamenón», describiendo con gran énfasis y detalle la muerte del rey de Micenas a manos de su esposa Clitemnestra.

Al graduarse en 1923 poseía sólidos estudios en historia de Grecia y una pasión: la Egiptología. Ya un año antes, había participado del viaje de la Sociedad de Exploración de Egipto para entrar en contacto directo con el mundo de la arqueología. Fue un hecho auspicioso. En noviembre de ese año, Howard Carter (1874-1939) descubrió la tumba del joven faraón Tutankamón y John se sintió más que nunca inspirado para dedicarse a la Egiptología.

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En abril de 1923, John junto con su amigo James Cullen realizó un extenso periplo por Europa que finalizó con una extensa visita a Grecia. En la Escuela Británica de Arqueología de Atenas tuvo la oportunidad de conocer y tratar a Alan Wace, quién reconocería el entusiasmo de John por la arqueología de la Edad del Bronce en el Egeo. Diría: «Era alguien que me impresionó por su ansiedad y el querer ver las cosas por sí mismo».

John Pendlebury siempre gozó de un espíritu notablemente carente de inhibiciones, aunque a primera vista parecía un tipo excéntrico e introvertido.

La más importante experiencia de este primer y multifacético contacto de John con Grecia fue su deleite por el paisaje, la gente y el idioma. Finalmente, este encantamiento se convertiría en un hechizo que lo atraparía por el resto de su vida.

En septiembre de 1923 John comenzó sus clases en la Universidad de Cambridge y, como por entonces allí no existía el departamento de Egiptología, concentró sus estudios históricos en el mundo greco-romano. John descolló en dos actividades no particularmente recomendadas para un ser humano que carece de visión en uno de sus ojos: el teatro y el deporte. En lo primero siempre fue un actor amateur, pero la actuación le trajo el hábito de disfrazarse y realizar todo tipo de atrevidas escenas y aventuras.

Destacó como corredor y salto de altura. Siendo miembro del Achilles Club de Cambridge trabó amistad con Harold Abrahams y Lord Burghley, que serían los campeones olímpicos de la carrera de 100 metros de París -1924 y la de 400 metros de Amsterdam -1928 respectivamente. John fue un atleta que superó nada menos que al velocista Lord Burghley, identificado como Lord Lindsay en el film «Carrozas de Fuego» de 1981 luego de estar ambos cabeza a cabeza durante casi toda la carrera, lo que constituyó una verdadera hazaña. John estuvo cerca de calificar para participar en los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928.

Al obtener una beca del Pembroke College de la Universidad de Cambridge para estudiar en la Escuela Británica de Atenas, luego de un viaje por Europa central y los Balcanes con otro de sus amigos, Pierson ‘Bob’ Dixon, John arribó al puerto de Pireo el 15 de noviembre de 1927 y se alojó en la Escuela Británica de Arqueología de Atenas. Allí conocería a una compatriota arqueóloga, Hilda Winifred White -1891-1970, de 36 años, de la que quedaría rápidamente prendado. Junto con ella haría su primera visita a Creta en febrero de 1928 donde tendría la oportunidad de intimar con Sir Arthur Evans y su ayudante Duncan Mackenzie en Villa Ariadna.

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John y Hilda hacían una pareja estupenda. Su curiosidad inagotable los llevó a recorrer la Creta occidental hasta Hierápetra la ciudad más meridional de Grecia, llamada «la novia del mar de Libia«. Encontraron la mítica Cueva de Diktea, tan cara a la identidad cretense respecto del nacimiento y la infancia de Zeus. En 1928, John viajó a Egipto para trabajar en el yacimiento de Tell El Amarna a las órdenes de Henri Frankfort, e Hilda retornó a sus estudios en Atenas. Ella está reconocida entre las mujeres británicas que más excavaron en Grecia.

John, trabajaría en Egipto durante las temporadas de otoño e invierno y en Creta en primavera y verano. Esta interacción creto-egipcia le facilitó contrastar la presencia de la civilización del Valle del Nilo en la isla mediterránea. Así nació su obra «Catálogo de objetos egipcios en el área egea».

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John, se enamoró de Tell El Amarna, y de las historias sobre Ajenatón y Nefertiti de la Dinastía XVIII de Egipto. Y aquí surge, inevitable, la leyenda del ojo izquierdo de la reina consorte del faraón hereje. ¿Por qué el busto de Nefertiti que puede ser admirado en el Neues Museum de Berlín no posee el ojo izquierdo? El enigma no tiene respuesta. Pero John Pendlebury, que también aparece en la sobrecubierta de la biografía realizada por la arqueóloga británica Imogen Grundon, es aquella donde se lo muestra con el torso desnudo y luciendo un collar faraónico digno de «La Mona Lisa de Amarna», obra del escultor real Tutmosé– compartía la falta del mismo ojo.

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La ciudad de Cnosós , capital de la isla según Homero, fue el centro floreciente de la civilización minoica. El abundante material descubierto durante las excavaciones confirmó esta teoría y permitió describir, o imaginar, la vida diaria de los minoicos.

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Por ejemplo, el «Acróbata», una figurilla de marfil que data de 1600 a. C. exhibida en el Museo Arqueológico de Heraklión, representa a un atleta saltando por encima de un toro, este, que no se ha conservado. Esta magnífica escultura fue descrita por John Pendlebury como «la más exquisita miniatura del mundo antiguo, incluido Egipto». Todo aquello estudiado e investigado lo volcaría en su obra cumbre que sería una introducción a la arqueología de Creta, con más de 700 yacimientos identificados. Dedicado a su esposa Hilda, este trabajo es una exposición general de la cultura de Creta desde los tiempos más remotos hasta la época romana.

Mientras John trabajaba entre Cnosós y Tell El Amarna, Hilda dio a luz, un varón, David John Stringfellow Pendlebury 1932-1996, y una niña, Joan Pendlebury en1934.

Una carrera brillante

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El 8 de febrero de 1933, John estuvo en: Gaza -Palestina a Bagdad -Irak donde se encontró con su colega neerlandés «Hans» Frankfort. En la urbe a orillas del Tigris John exploraría los vestigios de la que fuera capital del Califato abásida. El viaje de retorno toda una odisea. John se subió al llamado «Ómnibus Nairn» y cruzó el desierto de Bagdad a Damasco en un viaje de 880 kilómetros a través de una ruta no pavimentada. En la capital de los Omeyas recorrió museos, mezquitas y la tumba de Saladino. Seguidamente ingresó en el Líbano haciendo escalas en Baalbeck, Beirut, Biblos, Sidón y Tiro.

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En Jerusalén logró ingresar en los santuarios de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa. «John visitó a David Iliffe y su equipo en el museo de Jerusalén antes de dirigirse al castillo de los cruzados en Atlit, al sur de Haifa, donde Hilary Waddington y su esposa tenían su base de operaciones. Desde Haifa, tomó el tren a Alejandría y zarpó a Atenas a reunirse con Hilda y su hijo David Por entonces había sido publicado en Londres su libro-guía, «Manual del Palacio de Minos, Cnosós, con sus dependencias».

Su aporte a la ciencia

1930 Aegyptiaca. A Catalogue of Egyptian objects in the Aegean area. Cambridge: Prensa de la Universidad.

1933 A handbook to the palace of Minos at Knossos. Londres: Macmillan

1933 A guide to the stratigraphical museum in the Palace at Knossos (3 volúmenes). Londres: Escuela británica de arte y Arqueología en Atenas.

1935 Tell el-Amarna. London – Lovat Dickson & Thompson.

1939 The archaeology of Crete : an introduction. Londres: Libros de arqueología de Mathuen.

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En 1935, John y Hilda alquilaron en Cambridge una casa a Arnold Walter Lawrence -1900-1991, hermano menor del legendario Thomas Edward Lawrence -1888-1935, el héroe británico de la Primera Guerra Mundial que coincidía en muchos aspectos con la vida y la profesión de John Pendlebury. Ese mismo año, en mayo, Lawrence de Arabia falleció en Dorset en un enigmático incidente con su moto.

II guerra mundial

La  drôle de guerre -guerra de broma como la llamaban los franceses- 1939 a mayo de 1940, británicos y franceses no intervinieron sino que contemplaron hipócritamente los hechos. John tuvo la lucidez para anticipar el porvenir que la Alemania buscaba sojuzgar al mundo y que, iba a invadir a Grecia y Creta más tarde o más temprano. Y lo más revelador Pendlebury creyó desde un primer momento que la invasión nazi iba a darse mediante paracaidistas.

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No se equivocó. Las Operaciones: Marita- 1941 y Mercurio se sucederían una tras otra y los nazis se quedarían en la isla hasta 1945 cometiendo todo tipo de depredaciones y crímenes de guerra. Eso sí, no tendrían un solo segundo de respiro los guerrilleros cretenses no les darían ni tregual.

Pendlebury , tomó partido y el gobierno británico lo envió para defender su amada Creta. John e Hilda se despidieron el 3 de junio de 1940 la víspera de su partida en hidroavión hacia Grecia. No volvieron a verse. John comenzó a trabajar militarmente con tres kapetanios cretenses: Manolis Banduvás, Guiorgos Petrakoguiorguis y Andonis Grigorakis, este último conocido como ‘Satanás’. En poco tiempo, los andartes -guerrilleros- recibieron el apodo de los ‘krusoniotes‘, un sinónimo de levendes-valientes-. Estos partisanos serían identificados por la inteligencia militar alemana como «los matones de Pendlebury«. y tal John le decían el «Lawrence de Creta».

A partir del 6 de febrero de 1941con el mariscal de campo Erwin Rommel quedó a cargo Creta se convirtió en el trampolín indispensable que necesitaban los nazis para abastecer a las fuerzas acorazadas del «Zorro del Desierto».

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En mayo de 1941, durante diez días, tuvo lugar uno de los choques más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial: la Batalla de Creta, la primera gran operación militar aerotransportada de la historia. Miles de paracaidistas cayendo desde el cielo comenzó a correr la cuenta regresiva para el fin de la libertad y la independencia de Creta. Freyberg a cargo de la defensa, descartó y desoyó los consejo de Pendlebury una y otra vez los informes de inteligencia respecto a un asalto de paracaidistas, imaginando que la invasión nazi se produciría mediante un desembarco anfibio. Su negligencia sería fatal y la Batalla de Creta se perdería por su culpa a pesar que eran mayoría.

Al día siguiente los alemanes tomaron la isla, Pendlebury intentó ir a Krousonas para realizar un ataque desde ahí, pero en el camino dejó el vehículo para disparar a unos soldados alemanes, pero fue herido en el pecho. Hay varias versiones acerca de su muerte pero lo cierto es: los Nazis lo fusilaron.

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Fue sepultado a un km de la puerta oeste de Heraklion. Hoy yace en el cementerio de la bahía de Souda.

La leyenda de un héroe tuerto liderando las guerrillas cretenses siguió despertando la tribulación durante meses de alemanes y británicos.

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«El mito de Pendlebury era tan intenso que el comandante de brigada Shearer jefe de la inteligencia militar en El Cairo, informó a Churchill el 28 de agosto, tres meses después del fin de la batalla; «También tratamos de lanzar con paracaídas un equipo de radiotransmisión a Pendlebury, quien está controlando en gran medida las actividades de la guerrilla en las colinas cretenses».

Un autor anónimo y visionario escribió: «Le quitaron su vida, sí, pero no su historia. Todavía las madres de Creta, cuando sus hijos no pueden dormir, les cuentan que una vez, en un reino muy lejano, un caballero llamado John Pendlebury prometió que velaría por la libertad, que fue a Creta para estudiar sus históricas ruinas y que, cuando llegó su hora, luchó valientemente contra todos los malvados que asediaban la isla. También que está enterrado en la bahía de Suda, al borde del mar, donde su alma no descansa del todo, pues uno de sus ojos siempre vigila para que los malvados no vuelvan nunca a molestar a los niños cretenses, que deben crecer felices y en paz«

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