«No me gustan las cosas inútiles»!

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El Réquiem de Verdi fue el tema de un debate comenzado por: Hans von Bülow, director de orquesta, pianista, primer marido de Cósima Wagner, que así definió la famosa obra del compositor italiano…«Ópera en Kirchengewande» –ópera en traje eclesiástico.

Johannes Brahms salió prontamente en defensa de Verdi: “Bülow ha cometido un gran error. Solo un genio puede haber escrito tal obra”. Mucho más adelante Bülow retiraría su terrible condena basada quizás, en una revisión superficial de la partitura.

Con esta obra monumental, Italia, despertó del sopor en que había caído su música y será por los siglos de los siglos una obra grandiosa, impresionante desde todo punto de vista.

Demasiados dimes y diretes…

La Italia de la década de 1870 experimentaba grandes cambios. La escena lírica estaba “germanizada”, por emplear el término con el que Verdi describía la continua afluencia de obras como Lohengrin, de Wagner, o la presencia de artistas como Liszt y Bülow.

La música sacra, languidecía.

En 1868, a la muerte de Rossini, Verdi hizo una bonita propuesta: escribir un Réquiem entre los principales compositores italianos de la época, contribuyendo cada uno con una parte o movimiento. El estreno de la obra se realizaría en la Basílica de San Petronio de Bolonia en el primer aniversario del fallecimiento de Rossini.

Las intrigas del director y empresario Angelo Mariani acabaron por desbaratar el proyecto, pero Verdi ya había compuesto su parte, el «Libera me«, cuya versión revisada se iba a convertir en el movimiento final de su Misa de Réquiem. Mariani, director de los grandes estrenos de sus obras en Milán, se atrevió a estrenar en Bolonia- Lohengrin, convirtiendo así la molesta sombra de Wagner en una pesadilla para Verdi.

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El pueblo seguía aplaudiéndolo pero… las élites de Milán y Turín insinuaban que su tiempo había pasado, que su idea de la ópera estaba anticuada, los antiguos brillos cegados por el resplandor que llegaba desde Bayreuth donde residía Wagner y estrenaba sus obras.

Las grandes figuras de los años de lucha habían desaparecido una tras otra: el conde Cavour, Rossini, Massini, Manzoni, el Papa Pío IX y Temistocle Solera.

La nueva generación de músicos

Arrigo Boito, músico poeta y libretista llamaba a la rebelión contra Verdi: «contra el viejo y el cretino».

El maestro, les había puesto en bandeja la consigna, cuando publicó su receta para mejorar la enseñanza en los conservatorios italianos de música: «Volvamos a lo antiguo porque será un progreso».

El mismísimo Stravinski lo haría sin pudor, medio siglo después al convertir a Pergolesi en fuente de su Pulcinella -1920- dando por inaugurado el neoclasicismo, el mismo Stravinski, lamentó Falstaff como «una alteración del genio al que debemos Rigoletto»

Arrigo Boito, acabaría convirtiéndose en el impulsor y libretista buenísimo del último tiempo de Verdi, el deslumbrante período final de Otello, Falstaff y las admirables Cuattro pezzi sacri que cierran su catálogo.

Además…

Immagine mostra. Giuseppe Verdi: un mito italiano

Hacia 1870, los milaneses empezaron a chismorrear que Verdi estaba viviendo un romance con Teresa Stolz, la primera Aída.

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Verdi estuvo a punto de perder a Giuseppina Strepponi, la brava soprano con la que había convivido durante diez años antes de casarse en 1857 para escándalo de la clerecía y los burgueses de Busseto. Fuera o no cierta la aventura con la Stolz, Verdi la consideraba fiable y cuando se planteó escribir una misa de réquiem no dudó en encomendarle el papel fundamental además de dedicarle la partitura…

Cuando sus amigos le insinuaban que debía escribir una misa de difuntos, Verdi parecía resistirse a la idea, mientras admitía que en cierto momento había tenido la intención de ello. “Es una tentación que pasará, como tantas otras”, escribía al director Alberto Mazzucato en febrero de 1871“No me gustan las cosas inútiles. ¡¡¡Hay tantas, muchas misas de réquiem!!! Es inútil agregar una más.”

Un sentido trágico de la vida.

«¿Acaso la muerte no es todo lo que hay en la vida?», respondió cuando le criticaron que en Il trovatore hubiese tantas muertes. Había perdido a su primera esposa y sus dos hijos antes de ser famoso.
La vida -es dura, la felicidad pasajera…. la única certeza es la aniquilación final. También, extremadamente reservado con sus sentimientos religiosos. Nunca se lo pudo catalogar, ni católico ortodoxo ni un ateo confeso.

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Veneraba al poeta, Alessandro Manzoni – 1785-1873, «El poeta del Risorgimento» que había profetizado «no seremos libres si no somos uno»– autor de I promesi sposi -Los novios, 1827-40- la más famosa de las novelas peninsulares anteriores a Il gattopardo. Sencillamente: lo veneraba como a un artista sublime y un santo laico.

El sentimiento religioso que aparece como una constante en sus óperas, es gracias a su humanismo!!!! su actitud frente a la fe cristiana… todo un misterio!!!.

Un corazón italiano

A la muerte de su amado héroe, ocurrida en mayo de 1873 a los 89 años, Verdi, conmovido manifestó: «Ahora todo terminó y con él muere una de nuestras glorias más grandes, puras y sagradas».

“¡Estoy profundamente entristecido por la muerte de nuestro gran hombre!”, escribió a Ricordi, “del hombre cuyos escritos representaban el objetivo de la unidad lingüística y nacional italianas”.

Escribió posteriormente a su querida amiga Clara Maffei.“Y con él termina el más puro, el más santo, la más alta de nuestras glorias”.

Un “Réquiem por el Risorgimento”

Giulio Ricordi, el famoso editor y el alcalde de Milán le sugieren al compositor de una «Messa da Requiem«para ser ejecutada en el primer aniversario de la muerte de Manzoni.

Verdi se hará cargo de los gastos de la edición y la ciudad de todo lo que demande la primera interpretación.

Durante sus vacaciones estivales con Giuseppina en París comienza a trabajar en el nuevo proyecto.

El compositor, dirigió el estreno de su «Requiem para Manzoni» el 22 de mayo de 1874 en la iglesia de San Marco de Milán, para lo que contó con un coro de 120 voces, una orquesta de cien instrumentistas y como solistas vocales a Teresa Stolz, María Waldmann, Giuseppe Capponi y Armando Maini.

El crítico del Telegraph, cuando tuvo conocimiento del éxito que tuvo la presentación de la obra en Milán comentó: “Ahora que la Península es un Estado, todos los habitantes, incluso los que pertenecen a los distritos más remotos, asumen orgullosos su parte del honor dispensado a todas las celebridades italianas”.

Rotundo el éxito y una segunda ejecución tres días después en el Teatro La Scala. El mismo año el compositor dirigió siete ejecuciones en París y otras ocho al año siguiente, en ocasión de ser honrado por el gobierno francés con el título de comandante de la Legión de Honor.

La obra

El Réquiem consta de siete partes de diferente duración. Ilustran reflexiones sobre la muerte, el interrogante que se abre frente a ese misterio y la búsqueda de un sentido de la vida que no puede resolverse más que a través de las duda…

Desde un principio, Verdi advirtió sobre la interpretación de su Réquiem. “No se debe cantar esta Misa en la forma en que se canta una ópera”, escribió, “y por lo tanto el fraseo y la dinámica que puede estar bien en el teatro no me satisfacen en absoluto”. Verdi estaba especialmente satisfecho con las interpretaciones de París porque eran menos “teatrales” que las italianas.

Requiem y Kyrie
Sequentia
Offertorium

Sanctus
Agnus Dei
Communio
Absolutio

La composición comienza con un sombrío Introitus reflejando de un modo sencillo y eficaz el dolor por la muerte de un ser querido, pero pronto se impone una magistral fuga que conduce a un reposado clima de recogimiento…un lugar para la esperanza. A continuación la llegada del efectista y teatral Dies Irae.

Verdi ha transformado el texto de Tomás de Celano -siglo XIII en una enorme estructura con extremos de emoción casi sin precedentes, súplicas de misericordiay el temor por la condenación.

Según la formulación de George Martin“Como si alguien hubiera dicho algo incorrecto y Dios apareciese repentinamente” En este extenso fragmento escuchamos las trompetas que anuncian el juicio final, densos silencios e intenso dramatismo.

El crítico Donald Francis Toveyha ha dicho sobre este tema:«El pasaje más emocionante de todas las obras de Verdi, indiscutiblemente uno de los mayores monumentos del Pathos Musical»

A este respecto el polémico Lucien Rebatet comenta en su obraUne histoire de la musique, 1969 sobre la Misa de Réquiem de Verdi «es una soberbia composición osadamente teatral, de una instrumentación casi tan brillante como la de Liszt, fruto del mismo arte que esas magnas Crucifixiones y Martirios de Veronés cuya opulencia no contrarresta su dramática sinceridad».

Un gran contraste:

La desesperación de todos los fieles en el Dies Irae con las súplicas individuales expresadas por el cuarteto solista.

En el Recordare, Ingemisco y, sobre todo en el Lacrymosa escuchamos al Verdi más exquisito y lírico. De hecho, en este largo Dies Irae se presentan las diversas atmósferas de la obra que irán apareciendo después en el engañosamente plácido Offertorium, en el contrapuntístico Sanctus, en el sereno Agnus Dei, y en el intensísimo y concetrado Lux aeterna, al que no faltan los contrastes, llenos de teatralidad, que dominan el final Libera me. Final con un lenguaje musical novedoso que prefigura la modernidad de sus últimas óperas Otello y Falstaff.

La presencia de contrapunto recuerda las advertencias que había realizado el compositor a los conservatorios, para que estudiaran la fuga en lugar de obras de influencia extranjera.

La idea original de Verdi para un Réquiem fue una celebración del arte y los artistas italianos durante un período que consideró «crisis cultural»: “No quisiera que ninguna mano extranjera, ninguna mano ajena al arte, por muy poderoso que fuera, prestara su ayuda. En este caso, me retiraría de inmediato de la asociación».

Y, a través del contrapunto, «era gloriosa en el pasado musical de Italia», hace que este trabajo sea «político» como lo demostró en muchas de sus óperas.

Un lindo detalle…

La representación de la obra 145 años después, en el mismo templo de san Marcos de Milán, la llevó a cabo Teodor Currentzis ante una orquesta con 180 músicos y cuatro cantantes solistas y el coro MusicAeterna.

Sin lugar a dudas una obra colosal y única por la fuerza que emana de ella y por el placer que es vivirla con cada interpretación !!!

Los italianos amaron a Verdi incondicionalmente, su música fue y será para ellos sublime, entrañable, nostálgica y evocadora y tanto es el respeto que le tuvieron y le tienen que se encuentran estatuas y monumentos del compositor por todo el territorio italiano. Es un sentir Nacional y único un «afecto visceral «que sigue vigente en las nuevas generaciones.

WWL

!!!Gracias Maestro…un placer!

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