«La cueva de las manos»

En la Patagonia Argentina… Pinturas Rupestres

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Algunas hipótesis …

Los indígenas que habitaron la Patagonia fueron los patagones o tehuelches. Según el arqueólogo Mark R. Harrington, su nombre deriva del mapuche Chewel o Chehuel, cuyo significado es «bravo». El paleontólogo y antropólogo Rodolfo Casamiquela, en su libro Patagonia,  diferencia tres grupos: uno septentrional, uno central y uno meridional, cada uno con su propia lengua, pero de raza y cultura prácticamente idénticas. «La historia del poblamiento indígena de la Patagonia es todavía totalmente imprecisa», dice:»Se estima que vivirían en grupos familiares de entre 25 y 30 personas en las zonas con disponibilidad de agua y leña. Además, ocupaban otros sitios para usos específicos».

Otros arqueólogos han debatido  la existencia de culturas anteriores a clovis , tanto en Norte como en Sur. Monte Verde, en la Región de Los Lagos, al sur de Chile y otros yacimientos arqueológicos de América, como Piedra Museo (Argentina), Pedra Furada (Brasil), Tlapacoya (México) o Topper (California), replantearon la teoría del poblamiento tardío, y defendieron una nueva, conocida como: teoría del poblamiento temprano de América, o preclovis, que ubica la fecha de ingreso entre 25.000 y 50.000 años antes del presente, al mismo tiempo que modificaron las teorías sobre las rutas de entrada y difusión por el continente.

Existe también la hipótesis de un poblamiento cuyo origen estuviera en Australia y que habría llegado por la Antártida.

Los que se aventuraron primero

Pasando el río Pinturas y el río Ecker, por la ruta 40 que une toda la Argentina junto a la cordillera de los Andes, está el cañadón Río Pinturas.

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Es así  como las inmediaciones del río Pinturas fueron visitadas desde el siglo XIX por viajeros y exploradores. En 1881 un inglés, George Musters, fue el primer europeo que recorrió la zona sin la suerte de dar con los aleros de la cueva.Musters era hijo de un oficial del ejército inglés, y uno de sus tíos había participado en la expedición del almirante Fitz Roy a bordo del Beagle, en la cual participó también Charles Darwin.  En 1869 viaja a las Islas Malvinas para preparar su expedición por la Patagonia.

Clemente Onelli

Tampoco tuvo suerte Clemente Onelli en 1904.  Era un italiano licenciado en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Roma. Llegó a Buenos Aires a comienzos de 1889, Traía una solicitud de envío de colecciones de animales para el Museo della Sapienza de Roma. Secundando al Dr. Moreno, buscó fósiles y esqueletos de indígenas, y se familiarizó con las lenguas araucanas y tehuelches antes que con el español.
En 1922, a raíz de habérsele comunicado la aparición en Esquel (Prov. de Chubut) de un plesiosaurio o reptil gigantesco que vivió en la era mezozoica, Onelli organizó una expedición al sud patagónico en búsqueda de tan extraño animal, y se encontró con un enorme tronco de alerce flotando en la superficie del Lago Puelo, al oeste de El Bolsón. Sin embargo, el viaje despertó la curiosidad pública y se convirtió en la mejor promoción de aquellas regiones, uno de los lugares más hermosos de la tierra.

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Es en 1941 cuando el sacerdote Alberto de Agostini(1883-1960), un italiano perteneciente a la congregación de los salesianos, llegó a la zona como parte de su exploración por la Patagonia logra llegar a la «Cueva de las Manos» y describe la impresión de las pinturas rupestres en su libro Los Andes, publicado en 1950.
Ya había realizado varias expediciones: al Fitz Roy, El Chaltén etc. En Cerro Torre, el grupo en el que se encontraba el padre Agostini debió hacer campamento en el valle, cerca de una gran piedra, y a causa del mal tiempo permanecieron allí casi un mes. Esa piedra se conoce hoy, como Piedra del Fraile en honor al sacerdote. También sobrevoló parte de la cordillera en un monoplano, el “Saturno”, en un vuelo que duró 4 horas.

Grande es el legado del Padre de Agostini, numerosas fotografias y 22 libros sobre la Patagonia  escritos entre 1924 y 1960, «Ande Patagoniche – viaggi di esplorazione nella Cordigliera Patagonica australe», de 1949, «Trent’anni nella Terra del Fuoco», publicado en 1955, y «Sfingi di ghiaccio» («Esfinges de hielo»), de 1958. Además de los libros existe una increíble cantidad de artículos y ensayos aparecidos en diarios y revistas en Italia.

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Carlos Gradin (1918-2002), topógrafo y arqueólogo, comienza, en 1964, a explorar la zona. Su trabajo da fundamento a todas las posteriores investigaciones y a partir de 1973 inicia sus investigaciones científicas, junto a C. A. Aschero y A. M. Aguerre.

 

Ubicación geográfica

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«La cueva» está ubicada en el Departamento Lago Buenos Aires al noroeste de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina. Se encuentra a unos 88 m de altura sobre el río Pinturas, y a 500 m sobre el nivel del mar. Sus dimensiones aproximadas son 24 m de profundidad, 10 m de alto y 15 m de ancho.

Llama la atención que las pinturas rupestres han sido realizadas en los alerones de la cueva. Estos están formados por salientes que protegen las pinturas del viento y del sol.

Su ubicación, solitaria, en medio del noroeste de la estepa santacruceña, le permite conservarse casi intacta. El pueblo más cercano, Perito Moreno, está a 163 kilómetros de allí. Y mas allá, ya cerca de la cordilera, se encuentra Los Antiguos, que era el lugar de descanso de los ancianos de las desaparecidas tribus indígenas.
Toda esta zona, incluido el Parque Nacional Perito Moreno, es un riquísimo sitio arqueológico y paleontológico. Los valles, cañadones, lagos y ríos que la componen cobijan celosamente pinturas rupestres y distintos tipos de yacimientos arqueológicos de hombres que lo habitaron hace 14.000 años antes de Cristo. Aquí se encuentran fósiles que testimonian la existencia de un mar en esta región mucho antes que el hombre la habitara. De hecho, la localidad de Perito Moreno es llamada la Capital Arqueológica de la Provincia de Santa Cruz.

«La cueva»

En su interior fueron contabilizadas 829 imágenes la mayoría fue realizadas» en negativo». Utilizaban para esto un hueso ahuecado de ñandú por el que soplaban a modo de spray sobre su mano izquierda apoyada sobre la roca. También  dibujos geométricos, figuras solares, escenas de caza, animales (guanacos, serpientes, choiques, pumas y pisadas de ñandú) y motivos relacionados con la fertilidad.

Comprende tres niveles culturales

Que abarcan desde el 7.370 a.C. al 1.000 de nuestra era.

Revelan la existencia de tres grupos humanos: el más antiguo corresponde al período que va desde 7.500 a 5.000 años a. de C.

Pintaron escenas de caza y guanacos que fueron la base de su alimentación. En las paredes interiores la cantidad de pinturas aumentan y se multiplican los cazadores, guanacos a la carrera y proyectiles con su trayectoria marcada en línea de puntos.

En «la Cueva»  existen variedad de escenas y motivos pintados

Los «negativos» de manos en su mayoría manos izquierdas de ambos sexos; las hay de adultos, jóvenes y también de niños pequeños.

Materiales y demás…

El color dependía de la obtención de la materia prima cercana a cada yacimiento, pero en su mayoría son: en rojo (hematita), blanco (caliza), negro (manganeso o carbón vegetal) y amarillo (limonita u ocre amarillo).

Los pigmentos minerales se obtenían raspando la formación que los contenía. El pigmento era mezclado con un fluido aglutinante o alguna solución para darle una consistencia que permitiera su aplicación y obtenían pinturas acuosas (como las rojas) y otras más pastosas (como las blancas). Eligieron el soporte rocoso y aprovecharon sus texturas o grietas para recrear el paisaje. Así, pueden verse unos guanacos huyendo hacia ambos lados de una suerte de cañadón natural formado por la grieta del soporte. Por lo tanto, buscaban un lugar con buena iluminación natural, acceso y reparo para encuadrar su obra aprovechando los rasgos del soporte, con sus fisuras, sectores en relieve, oquedades, etc.

Para pintar usaban pequeños hisopos que en su extremo tenían fibras vegetales, pelos de animales con grasa o directamente pelos de guanaco. Estos hisopos los usaban a modo de pinceles que les permitían realizar trazos lineales, al igual que con los dedos.

Otra de las técnicas empleadas eran esferas, posiblemente de piedra cubiertas con cuero y embebidos en pintura a manera de “sellos” que lanzaban contra los techos o partes altas de los aleros para estampar puntos.

Nos preguntamos…Cuál era la finalidad???

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Aparentemente los fines de estas representaciones serían prácticas mágico-religiosas propiciatorias de la fertilidad, la reproducción, el éxito de la cacería, y la medicina ritual.
Las escenas con gran cantidad de manos expresarían una súplica o ruego a fuerzas superiores, mientras que las manos cerca de manadas de animales manifestarían un deseo de captura de los mismos, además de un pedido de abundancia de presas.

El etnólogo francés,  el abate Werbrugge, transcribe la opinión de tres investigadores franceses: Según Salomón Reinach, a quien siguen la mayor parte de los autores, esta clase de pinturas tienen una finalidad de carácter mágico; otra teoría, seguida por Boule, las achaca a un instinto de imitación parecido al de los monos; y, en fin, una tercera teoría debida a Foleau nos explica este arte como debido al afán de perpetuar la imagen de las cosas vistas o vividas, como si dijéramos una ayuda a la memoria. Para Martín Almagro Gorbea, las manos eran un motivo de culto que el hombre usaba porque comprendía que la mano era el único instrumento que le hacía vencer a toda la naturaleza que le rodeaba.

El culto misterioso a la mano

Es una manifestación de las preocupaciones espirituales de los hombres primitivos, desde el Paleolítico hasta hoy.

La mano, por sí misma, es símbolo del hombre y expresión de su voluntad. Todos los pueblos hacen del uso y representación de los gestos de la mano, un complejo de valoraciones de carácter espiritual. El cristianismo, por ejemplo, utiliza la mano para el supremo acto de la bendición; el pueblo romano y otros pueblos posteriores la emplean como signo de bienvenida o salutación.

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 Conclusión de los investigadores

La representación de manos en distintas  superficies  no es una exclusiva de la época paleolítica, sino que ha venido utilizándose hasta nuestros días por los pueblos muy primitivos que todavía quedan en la tierra: australianos, papúes, pigmeos o determinadas tribus de indios americanos.

Etnólogos y estudiosos de nuestra civilización, han ido a interrogar a los indígenas que habitaban las cercanías de las cuevas donde aparecen estas huellas de manos.

El mayor número de respuestas coinciden en afirmar que se trata de lugares sagrados destinados a ceremonias rituales. Muchas de estas  «primitivas cuevas» de Oceanía y América, han dejado de utilizarse por los aborígenes en una fecha no muy lejana a la nuestra. Concretamente en la isla de Célebes, según los estudios de Van Heeckeren, y también en Australia, donde las estudiaron prehistoriadores como Spencer y Guillén.

En todos los casos los indígenas interrogados manifiestaron «ignorar» el verdadero significado de las representaciones.

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Mucho nos dicen las pinturas rupestres de los alerones de «Cueva de las Manos», pero mucho queda aún por investigar sobre aquellos pobladores patagónicos que pintaban símbolos similares a los que encontramos en tantas otras partes del mundo.

Estas maravillosas pinturas ancestrales que sin duda han conmovido a tantos que las admiraron, siguen y seguirán conmoviendo a sus curiosos y maravillados visitantes.

 

Museo de arqueologia Carlos Gradin

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El complejo esta ubicado en la ciudad de Perito Moreno en la provincia de Santa Cruz Argentina, la población más cercana a «La cueva». Cuenta con un laboratorio de investigación científica y reservorio arqueológico. Espacios especialmente equipados con instrumentos necesarios para el trabajo de análisis, limpieza, clasificación, medición, comparación de las muestras y vestigios recuperados de las excavaciones en la zona y los ambientes de guarda tienen todas las condiciones adecuadas para la conservación de dichos materiales.

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