En el Buenos Aires colonial, el principal entretenimiento eran las corridas de toros, y las pocas representaciones que se hacían, ocurrían entre los alumnos del colegio jesuita, quienes debían travestirse para los papeles femeninos.
Así estábamos…
Volatineros, saltimbanquis y bufones fueron los primeros actores. Por cierto eran despreciados en las ciudades argentinas al igual que en las España, donde los actores se enterraban fuera de los cementerios por disposición real. Estos pioneros de la actuación, enseñaron técnicas, gestos, bailes y canto, mezclaban los textos de Lope de Vega o Calderón con las costumbres de cada pueblo al que llegaban.
La semilla… fue el circo criollo, madre del teatro argentino.
No estaban libres de persecución por los poderes de turno, debido a que la burla y la sátira eran sus temas frecuentes. Cuentan que Juan del Castillo termina en el cepo en Tucumán por mofarse de la barba de un teniente.
En Buenos Aires…
Por 1757 se construye un primer coliseo estable en las actuales Alsina, entre Defensa y Bolívar, el Teatro de Óperas y Comedias. Fue una inversión conjunta entre un zapatero español, Pedro Aguiar, y un titiritero italiano, Domingo Saccomano, y presentaba óperas con marionetas a escala humana y volatineros, los acróbatas del equilibrio; el valenciano Blas Arganda y Martínez hace doble función en una pequeña sala para cien personas y la Plaza Mayor.
En 1772 se levanta un tablado en los terrenos donde más tarde se levantaría “La Ranchería”.
El 1º de agosto de 1776 Carlos III, rey de España, creó el Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires en el marco de una serie de medidas destinadas a reorganizar el poder imperial. El antiguo gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, fue nombrado virrey del Río de la Plata.
Fue el progresista virrey Vértiz, quien impulsó varias medidas beneficiosas en el Río de la Plata como: el primer censo de Buenos Aires en 1778. La ciudad tenía 24.754 habitantes y la campaña 12.925. También, la creación de un antecedente al Colegio Nacional de Bs. As.
Ese año se estrena “Loa para cualquier función”, uno de los primeros éxitos nacionales debido a que se montó ininterrumpidamente hasta 1810. Vértiz se defiende de las críticas de los conservadores, “las diversiones públicas, como toros, cañas, comedias, volatines y otros juegos…son utilísimos y recomendables al gobierno político”.
El virrey solicita fondos al Cabildo para la construcción de un teatro un solar “para proporcionar un entretenimiento a la población, igual al permitido en otras ciudades de América” y tiene diferencias con los ricos españoles y con la curia … las representaciones teatrales eran aisladas, gratuitas, pero costeadas por ciudadanos de la elite porteña.
Entonces, el Virrey Vértiz, dispuso que continúen de forma paga y que los fondos se destinen a la Casa de los Niños Expósitos…
Se consultó al Cabildo la conveniencia de la instalación de un teatro, para “proporcionar al considerable pueblo, que ya tiene esta Capital, alguna onesta (sic) diversión pública”. El Cabildo dio su aprobación, observando que “se procure, si es posible, que en la concurrencia para la diversión se evite la mezcla de los dos sexos y que (…) no se exponga al público sin sujetarse primeramente a la censura, porque a la verdad hay algunas que retratan con tan vivos colores los sentimientos del corazón corrompido, que hacen estrago y relajan las costumbres”.
Teatro de La Ranchería.
Recién el 30 de noviembre de 1783 quedó inaugurada la «Casa de Comedias», nombre elegante que será convertido por el público en el menos prosaico de “La Ranchería”
«El Teatro de la Ranchería», gouache de Léonie Matthis, de 1938 en Instituto Nacional de Estudios de Teatro.
La platea, largos bancos de pino, prohibidos para los negros… detrás el “degolladero”, donde se puede asistir de pie con precios populares. Las mujeres solo pueden ir a la cazuela o a los palcos; el Virrey y el Cabildo tienen ubicaciones especiales con adornos, cortinas y un servicio de catering…
Temporadas extensas que van desde las Pascuas a los Carnavales, y un exclusivo repertorio español.
Las funciones van de jueves a domingo, a las 19 en verano, a las 18 en invierno.
La publicidad se realiza en la Farmacia de los Angelitos, en las actuales Chacabuco y Alsina, más cohetes voladores, pregoneros y carteles.
Cuentan diversos cronistas… que en el teatro «La Ranchería» debutó en 1788 María Mercedes González y Benavídez viuda y madre de tres hijos, quien debió recurrir a la justicia para poder ganarse el pan sobre las tablas. María vence a los tribunales coloniales aunque su profesión seguiría estigmatizada por muchísimo tiempo más.
Allí también se estrenó un domingo de carnaval de 1789 “La Inclusa” y el drama principal en cinco actos “Siripo” del poeta y periodista Manuel José de Lavardén, basada en la historia de la cautiva Lucía Miranda, que tuvo infinitas versiones en las letras y las tablas. El texto original está perdido aunque es considerado una de las piezas primeras de la dramaturgia nacional.
Otra pieza considerada fundacional y que se estrenó en La Ranchería, es: “El Amor de la Estanciera”, sainete de autor anónimo y de ambientación campesina.
«La Ranchería» estuvo en pie nueve años hasta que se incendió a raíz de un cohete disparado el 15 de agosto de 1792 durante la festividad de «La Asunción» desde el campanario de una iglesia que impactó de lleno en el techo de paja del teatro.
Recién en mayo de 1804, durante el virreinato de Sobremonte quedará inaugurado el Coliseo, llamado Provisional porque se había proyectado uno definitivo, en las actuales esquinas de Reconquista y Rivadavia, en el terreno que hoy ocupa el Banco Nación. Viejo Teatro Coliseo aún en tiempos de la colonia española y fue la única sala de espectáculos de la ciudad hasta 1838. Estaba ubicado frente a la Iglesia de la Merced, en el cruce de las actuales calles Reconquista y Perón, a dos cuadras de la Plaza de Mayo.
El “Coliseo Provisional”, propiedad de Don Olaguer y Feliú, era más amplio que su antecesor. El público estaba repartido en palcos, galerías, tertulias, cazuelas, bancos, gradas y las más baratas, las entradas de pie.
En los años del «rosismo» las piezas más convocantes son las anónimas y populares “Las bodas de Pancha y Chivico”, “El brasilero fanfarrón”, “El bagre sapo”, que se enfrentaba con el teatro más serio de Lavardén, Juan Cruz Varela, Luis Morante y Claudio Cuenca. Esta vertiente, intentaba imitar el drama romántico europeo incluso, hacían dramas históricos argentinos.
Después de la caída de Rosas en 1852, declinaron sus actividades hasta que dejo de funcionar en 1882, y finalmente demolido en 1938.
“Rosas” de Pedro Echagüe estrenada en el Victoria en 1860. Los presidentes Urquiza y Sarmiento impulsaron fuertemente la llegada de compañías extranjeras… ellos las invitaban. La famosísima Sarah Bernhardt actuaba por treinta mil francos por noche para la aristocracia!!! durante la presidencia de Juárez Celman los seis principales teatros, Nacional, San Martín, Ópera, Onrubia, Politeama y Variedades, no contrataban compañías nacionales, salvo alguna de Martín Coronado o del español López Gamara y su exitoso drama gauchesco “La justicia de la tierra”.
El renacimiento del «Teatro argentino »
Sin distinciones de clases sociales… ni de colores alguno.
Con la compañía de los hermanos Podestá, surgió un nuevo modelo de actor nacional. Estos actores, al haberse formado en el ámbito del circo, manejaban con habilidad las técnicas circenses: eran gimnastas, acróbatas, trapecistas, jinetes, a lo que se sumaban los recursos del canto, la guitarra y el baile. En su actuación, utilizaron primero el recurso de la pantomima en el estreno de Juan Moreira, de 1884 y, luego, en su versión teatral de 1886, incorporaron un estilo de declamación cercano a la oratoria, a lo que sumaron la creación de personajes caricaturescos.
Los Podestá fueron con los Hermanos Carlo hasta Brasil.
Solamente repusieron el Juan Moreira a su vuelta en Arrecifes. Fue allí que el dueño francés del terreno les sugirió convertir la pantomima en drama hablado, “en el acto comprendí todo el alcance de aquellas palabras”, rememoraría 50 años después Pepe Podestá considerado Padre del Teatro Argentino
Los orígenes plebeyos del teatro argentino queda representado en la opinión de Martín García Merou, :“ha pasado una década –dice en el filo del novecientos- y el problema del teatro nacional ha sido resuelto por un payaso con instinto de actor que transformó la insulsa pantomima de un circo en una serie de cuadros dramáticos, que retratan la vida de un bandido legendario. Como un supremo sarcasmo del arte y de la inteligencia, Juan Moreira logró lo que no pudieron conseguir Coronado, David Peña y Nicolás Granada”
Se fueron sumando nuevos actores como Florencio Parravicini, Orfilia Rico, Elías Alippi, Olinda Bozán, Enrique Muiño, quienes con el tiempo se convirtieron en cabeza de sus propias compañías.
Así, se originó una tradición del actor cómico popular, a la que posteriormente se fueron sumando nuevas figuras, como Roberto Casaux, Luis Sandrini, Tita Merello, Pepe Arias, Luis Arata, entre muchos otros.
Eran los tiempos en que se refuerza la idea del teatro nacional, con sus géneros fundadores, el sainete, melodrama social, nativismo, gauchesco y grotesco criollo, aunque aún se alzan voces en su contra como la de Florencio Sánchez, que tanto hizo por el teatro rioplatense.
Y por un largo tiempo todos aquellos géneros mencionados fueron considerados menores y se continúa privilegiando los géneros y autores extranjeros –un paseo hoy por calle Corrientes nos dará la pauta de que mucho no cambió, salvo en las salas oficiales, y a veces ni siquiera…
Géneros que fueron revisitados por Óscar Viale y Tito Cossa, en una primera «ola» paródica.
Mauricio Kartun y Patricia Zángaro, más ligada en recrear y potenciar el sainete tragricómico en la estela del teatro argentino.
Las nuevas generaciones de dramaturgos, desde Rafael Spregelbourd a Mariano Tenconi Blanco, continúan en la senda de un teatro nacional, distinto, distintivo y popular.
Luis Sandrini, uno de los mayores actores argentinos en cine, teatro y televisión, recordaba esos humildes pero firmes pasos cirqueros…
“En la carpa del Circo Reynaldi hice de todo: ayudé a levantar el mástil en tantos pueblos, a tironear cables, a lavar ropa, fui zanahoria y payaso. Aquella fue mi primera promoción. El día que tuve el título de tony y alguien se rió de algo que yo dije, o hice, sentí fuerte el aguijonazo del oficio, que llegaba para no irse más” “Por ese entonces, los cuadros de payasos alternaban con los camperos, donde el gaucho montaraz se batía con la partida despertando las emociones más intensas…más de una vez nos costó trabajo salvar al malo…la gente quería pegarle a la salida…Poníamos obras clásicas del repertorio cirquero como “La piedra del escándalo” o “La chacra de Don Lorenzo”, allí me fui haciendo al trabajo de actor y más de una vez pienso, cuando veo a esos actores que no se escucha nada, “Estoy seguro de que no tuvieron que hablar desde el picadero, entre lonas que se comían el sonido”. Los modernos teatros, cine, la TV, han hecho las cosas más fáciles: eso es muy bueno para los actores, muy cómodo y justo, pero no tan bueno para el oficio que pierde pureza, en capacidad de adaptación”.