La “Sinfonía Nº 7 en la mayor” Op.92 de Ludwig van Beethoven fue compuesta entre el otoño de 1811 y el 13 de mayo de 1812, en la ciudad bohemia de Teplice y dedicada por el autor al conde Moritz von Fries
Se estrenó el 8 de diciembre 1813 en la Universitätsaal de Viena, dirigida por el propio autor, en un concierto benéfico destinado a los soldados austríacos y bávaros heridos en la batalla napoleónica de Hanau del 30 de octubre. La audiencia, interpretó esta Sinfonía como la representación musical de la reciente victoria contra Napoleón, la alegría del pueblo por haber recobrado la libertad y la paz.
Originalmente, había pensado en dar a conocer la Sinfonía en una academia de las “Venerables Ursulinas”, pero finalmente se estrenó en la sala de la universidad de Viena, junto con la “Sinfonía Wellingtons Sieg oder die Schlacht bei Vittoria- op. 91. Esta última, “Sinfonía de la batalla”, fue compuesta entre agosto y noviembre de 1813 por sugerencia del mecánico Johann Nepomuk Mälzel, inventor del metrónomo, como una especie de homenaje musical por la derrota de las tropas de Napoleón en Vitoria, la ciudad española, hecho ocurrido el 21 de junio de 1813.
Anton Schindler, el secretario personal de Beethoven, cuenta que hubo ovaciones del público incluso antes de que la Sinfonía concluyera. «Las explosiones de júbilo durante la interpretación excedieron cualquier cosa que haya visto antes en una sala de conciertos»,
Cuatro días más tarde hubo que repetir íntegro el programa ejecutado en el concierto de beneficio, que incluía también «a Victoria de Wellington». El Allegretto de la Séptima, según Spohr, «fue exigido da capo» también en esta segunda ocasión.
Algunos años antes, el músico quiso dedicar su Sinfonía «Heroica», al famoso francés. Pero cuando supo que este se había coronado emperador, el compositor rompió la página con la dedicatoria. Se dice que cuando Napoleón avanzaba con sus tropas por Europa, Beethoven exclamó: «¡Es un lástima que no domine el arte de la guerra como domino el de la música! ¡Lo derrotaría!»
Beethoven consideró su Séptima Sinfonía como «uno de los productos más felices de mis débiles fuerzas», Un crítico de Leipzig expresó entonces lo que dos siglos después piensan muchos melómanos: «Sencillamente hay que escuchar esta obra para apreciarla en su plenitud. Porque su espíritu y sus cualidades no pueden expresarse con palabras».
Hay que tener en cuenta…
Que para el estreno, el propio Beethoven dirigía una orquesta fantástica!!! repleta de notorios músicos que ofrecieron sus servicios desinteresados para realizar este concierto. Músicos ilustres que con seguridad se divirtieron con este acontecimiento además de demostrar su indiscutible valía tales como:
Louis Spohr
Fue compositor, eximio violinista y director de orquesta alemán.
Giacomo Meyerbeer,
Compositor alemán, favorito del público parisino por la composición de óperas en el estilo Grand Opera, del cual fue un de los creadores. En los Tambores
Mauro Giuliani,
Compositor y guitarrista italiano. Tocaba el violoncello
Johann Nepomuk Hummel,
virtuoso pianista, compositor, profesor y director austrohúngaro. Fue considerado como uno de los mejores compositores y pianistas de su época. A cargo de los tambores en el concierto…
Ignaz Moscheles,
Compositor y pianista virtuoso bohemio, cuya carrera después de sus inicios estuvo basada principalmente en Londres. En el estreno Moscheles tenía a su cargo los platillos.
Domenico Dragonetti,
Contrabajista y compositor veneciano
Andreas Romberg
Virtuoso del violín, compositor y director de orquesta alemán.
y Antonio Salieri
Compositor de música sacra, clásica y ópera, y director de orquesta italiano. Estuvo a cargo de la Batería.
Spohr cuenta que para ese entonces Beethoven sufría ya de severa sordera no alcanzaba a escuchar cuando la orquesta tocaba pasajes muy delicados, de modo que el compositor perdió varias veces el camino en su propia partitura. Pero la orquesta no se perdió gracias a que Salieri, se encargaba de «controlar» desde su puesto.
Su orquestación para esta obra requería: dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagots, dos trompas en La, dos trompetas en Re, timbales y la cuerda habitual.
Las Sinfonías consta de cuatro movimientos… Mas o menos así debió sonar en aquella oportunidad …pero con instrumentos antiguos… y con un director muy especial…
El primero- Poco sostenuto vivace
Es el más dilatado de los Proemios que haya escrito Beethoven para sus sinfonías está aquí.
Después de una introducción lenta, poco sostenuto, con acentos secos de la orquesta, que contiene una bucólica frase del oboe, repetida por los violines, se presenta el primer tema del vivace de modo rítmico e impetuoso. Al final del movimiento, en la reexposición, el tema principal se transforma en una variación serena y hermosa. Entre los muchos momentos felices de esta sinfonía está la asombrosa y emocionante coda del primer movimiento, en la que Beethoven hace subir a los cornos a un registro agudo poco usual en sus partituras, con un resultado brillante.
Su célebre segundo movimiento
Allegretto, que tuvo que ser repetido a petición del público en su estreno, dominado por un ostinato de seis notas, una característica del maestro…poco pero bueno… con estructura de marcha, en forma ternaria. Motivo triste, que contrasta con la alegría del primer movimiento, va recorriendo los distintos grupos instrumentales hasta llegar a un vibrante tutti de la orquesta.
Uno de los más notables movimientos de la literatura sinfónica de todos los tiempos, el compositor propone un acorde misterioso y seductor como inicio de un discurso musical de enorme belleza, con un contenido armónico y rítmico que parecía estar adelantado cincuenta años a su tiempo.
Este cautivante movimiento, con su sencilla melodía sostenida sobre un ritmo constante, y variado principalmente a través de una instrumentación cambiante, se convirtió en el trozo predilecto desde siempre. Cautivó al público, que interpretó aquella música sublime como un lamento por los soldados caídos en la Batalla de Leipzig.
El ritmo reaparece al iniciarse el siguiente movimiento, presto en forma de scherzo
El tercero
Aunque en realidad la indicación del autor sea simplemente Presto, es tenso y vigoroso, y está surcado por repentinas explosiones tempestuosas. El tema del trío, que reaparece dos veces, deriva de un himno de peregrinos oriundo de la Baja Austria.
Aquí Beethoven emplea la técnica de la repetición. El tema inicial es brusco y brioso, jugando con la repetición de las notas. El trío usa un tema de raíz popular sobre un pedal, nota larga sin interrupción de los violines. Este tema se repite dos veces de forma grandiosa y solemne por el tutti de la orquesta. Luego se vuelve, como era de esperar, al primer tema del scherzo, pero la repetición continúa al escucharse de nuevo completamente el trío y volver al scherzo. Cuando todo parece indicar que se va a repetir el trío por tercera vez, es abreviado drásticamente en forma de coda.
El último movimiento
Un frenético Allegro con brío, en forma sonata que suscitó duras críticas por entonces.
El tema principal es una variante precisa del ritornello instrumental. No se sabe si Beethoven se inspiró en la canción popular irlandesa Nora Creina , en los ritmos de csárdás o en la marcha triunfal Le Triomphe de la République , escrita por François Joseph Gossec lo que si se sabe … que originó polémica.
Es el movimiento más complicado, ofrece una variedad rítmica increíble: estructuras téticas y anacrúsicas sucediéndose alternativamente en varias ocasiones, ritmos de puntillo en ostinato, animadas síncopas y sforzati sobre partes débiles del compás otorgan a la composición una energía increíble.
el Allegro con brío tan cuestionado pero fantástico…
Según el historiador de la música Glenn Stanley, «Beethoven explotó la posibilidad de que una sección de cuerda pueda realizar tanto angularidad como contraste rítmico si se usa como un fondo similar al obbligato«, particularmente en la coda, que contiene un ejemplo, raro en la música de Beethoven, del marcado dinámico fff «fortisimo«.
En la parte del desarrollo, el tema principal se presenta quebrado por la inserción de acordes graves y oscuros, pero pronto vuelve a presentarse de modo limpio. Antes de la repetición, la flauta nos anticipa el primer tema. La sinfonía acaba con una coda brillante de una gran fuerza rítmica.
Comentarios lapidarios… si que los hubo
El carácter tormentoso del cuarto movimiento llevó a Carl Maria von Weber a declarar:Beethoven «maduro para el manicomio…»
El padre de Clara Schumann, Friedrich Wieck, especuló que «esta sinfonía sólo podía componerse de forma infeliz, en estado de ebriedad, es decir, el primer y el último movimiento».
Un crítico inglés, señaló:
«…es imposible descubrir en la obra ningún esquema, ni advertir ninguna conexión entre sus partes. Parece haber sido concebida como un enigma, pero más bien nos atrevemos a pensar que es una burla, un engaño, una estafa.»
El musicólogo Martin Geck escribe en su libro sobre Beethoven y Malher que es “la proclamación del ethos” de los movimientos finales de las sinfonías tercera , quinta , sexta y novena de Beethoven pero no aparece en el final de la séptima sinfonía: “Con su tema principal [ …] se dirige más a los sentidos que a la mente, alienta a dejar ir en lugar de coleccionar, está más orientado a la expresión física que a la sublimación interior ”.
También, Harry Goldschmidt trabaja la semántica política de esta“ figura final frenética ”: “Un conmovedor Beethoven ya no compuso el movimiento final. Al final, los enemigos son literalmente ‘conducidos en parejas’ en figuras de escalera gigantes que cruzan toda la orquesta.»
Con justa razón reaccionó Romain Rolland contra el crítico que afirmó que Beethoven estaba ebrio cuando compuso ese movimiento: «Ciertamente que es la obra de un ebrio, pero ebrio de poesía y de genio».
Se puede entender a la joven Bettina von Arnim cuando le escribió al poeta Egmont que mientras escuchaba esta música se había imaginado «tener que adelantarse a los pueblos con una bandera ondeante’. […] Así aparece la Sinfonía mayor de Beethoven […] como su gran llamado a la liberación de los pueblos »
El más poético y romántico que Robert Schumann: «Es la más alegre de las bodas; la novia es una doncella celestial con una rosa en su cabello: sólo una. Mucho me equivocaría si en la introducción no se produjera la reunión de invitados, saludándose unos a otros… si las alegres flautas no nos recordaran que en toda la villa… reinaba la alegría por causa de la novia Rosa… Ahora, la aldea ha quedado silenciosa… puede ser que sólo revolotee una mariposa, o que caiga un capullo de cereza… el órgano empieza a tocar, el sol brilla en lo alto, y un rayo diagonal juega con las partículas de polvo en la iglesia; resuenan las campanas… Ahora el sacerdote se dirige al altar y habla primero a la novia, luego al más feliz de los mortales, y discurre sobre las obligaciones del contrato nupcial… y ahora les pide el «sí»… No dejéis que continúe describiendo esta imagen; hacedlo vosotros mismos a vuestra manera en el finale…».
En su libro Beethoven and his Nine Symphonies, Sir George Grove escribió: «La fuerza que reina a lo largo de este movimiento es literalmente prodigiosa, y recuerda al héroe de Carlyle, Ram Dass, que tiene ‘fuego suficiente en su vientre para quemar el mundo entero.,’
Wagner sostuvo siempre que era la «Apoteosis de la Danza»
Donald Tovey, escribiendo en sus ensayos en el análisis Musical, comentó en este movimiento «furia Bacchic» y muchos otros escritores han comentado» danza-energía que gira«.
Publicada en el Allgemeine Musikalische Zeitung: La Séptima era la más melodiosa, agradable y accesible de las sinfonías de Beethoven.
Descrito como “el más grande compositor de nuestro tiempo” (Wiener Allegemeine Zeitung, finales de 1813).
Alabada como la “más melodiosa, agradable y comprensible” sinfonía compuesta hasta entonces (Wiener Allegemeine Zeitung, comienzos de 1814).
Gustav Mahler después de una ejecución de la Séptima en el año de 1899, afirmó:
«El último movimiento de la sinfonía tuvo un efecto dionisíaco sobre el público. Todos salieron de la sala de conciertos como embriagados y así debe ser»…