Doménikos Theotokópoulos, llamado “El Greco”, posiblemente debido a la longitud de su apellido «impronunciable» para muchos, es considerado hoy con justa razón, una de las cimas del arte de todos los tiempos.
Realizó «El Expolio», un óleo sobre lienzo de 285 centímetros de alto y 173 cm de ancho, entre los años 1577 y 1579 para el sagrario de la Catedral de Toledo, siendo llevada poco tiempo después a la Sacristía y enmarcándola en un templete de mármol retirando el marco original construido en 1587 por el autor.
«El Greco» no era solo un pintor de gran maestría, sino un visionario, capaz de revelar lo más oculto de nuestro espíritu con unas cuantas pinceladas, aplicadas con total desparpajo.
Sus obras pueden ser reconocidas fácilmente por cualquier persona sin una formación en historia del arte, no solo por el proverbial alargamiento de las figuras, común denominador de muchos pintores del manierismo italiano de su época, sino por la intensa espiritualidad que emana de ellas.
Espiritualidad profunda, al igual que lo haría Rembrandt años más tarde… va más allá de la forma y el color, como si sus personajes fueran de otros mundos. Sus miradas y sus expresiones, su aura oscura pero cálida, sus manos… como gigantes espirituales poseedores de un secreto que solo el ascetismo nos lo puede revelar. No por casualidad compartió el siglo con San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, dos grandes místicos de entonces.
Doménikos…
Nació en 1541 en la ciudad de Candía-Creta puerto perteneciente por entonces a la Serenísima República de Venecia. Al parecer ingresó muy joven como aprendiz de un taller en el que se elaboraban íconos en un estilo que ha venido a llamarse postbizantino, inconforme con el provincianismo de su tierra y con un espíritu inquieto, a los 26 años decidió emigrar a Venecia…trabajó en el taller de Tiziano, el mayor artista de su época y genio universal de la pintura y aprendió la técnica de la pintura al óleo, el hecho de que Tiziano lo admitiera era una garantía de su calidad.
Aprendió de Tintoretto y demás artistas del véneto, de los que extrajo los matices y el colorido brillante característicos de su pintura. Se consideró siempre un pintor veneciano, plenamente identificado con las pautas artísticas de esta escuela que asumió plenamente. Viajó luego a Roma, donde entró en contacto con las obras de Rafael y sobre todo con las de Miguel Ángel, las cuales lo impresionaron de tal manera que durante el resto de su vida un importante referente para él.
En una entrevista que le hizo Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, ante la pregunta de éste si en la pintura era más importante el dibujo o el color, Doménikos dijo que para él era más importante lo último, afirmando que Miguel Ángel era: “…un buen hombre que no sabía pintar”, respuesta que por cierto no agradó a Pacheco, que lo calificó de engreído.
Manierista
Compartió siempre un principio artístico fundamental en su época: la primacía de la inventiva sobre la mera representación, es decir: para Miguel Ángel lo que el artista hiciera en función de la imaginación y la expresividad… de ahí las deformaciones que hacía en sus figuras que nadie entendía.
Doménikos hizo lo mismo y fue fiel… «a su Maniera«.
Se enteró que en España se necesitaban artistas de calidad para encargarse de la gran obra que Felipe II estaba realizando: El Escorial.
En 1576 viajó a España atraído por la posibilidad de trabajar para el monarca. Para el rey pintó un pequeño cuadro al óleo, llamado “La Adoración del Nombre de Jesús”, también llamado “El Sueño de Felipe II”…que no fue del agrado del monarca… y no lo contrató.
Se afincó en Toledo, ciudad en la que residió hasta el final de su vida en el año de 1614. En Toledo pudo llevar una vida relativamente tranquila, dedicado por entero a su arte y donde llegó a ser admirado y estimado. Montó su taller en una casa pequeña pero cómoda, se casó y tuvo un hijo, el cual llegó a ser un reconocido arquitecto de la ciudad.
El Expolio
Pintado a poco de llegar a Toledo, entre 1577 y 1579 encargo del Cabildo de la catedral, hoy ubicado en la Sacristía del Templo.
Es un tema del Nuevo Testamento, dentro de la iconografía de la Pasión. Se trata de una escena en la que los soldados romanos se disponen a arrancarle las vestiduras a Cristo mientras que una multitud se agolpa para observar la escena.
De grandes dimensiones, domina el espacio pudiéndosele ver desde cualquier ángulo.
En la composición, la figura de Jesucristo representada de forma monumental. Los pliegues de sus ropajes le otorgan un aspecto escultórico. Las figuras secundarias alrededor de Cristo parecen formar una especie de mandorla o almendra mística al más puro estilo de las Maiestas Domini o Cristo en majestad de antaño, el destacado color rojo de la túnica prevalece, aislándolo del resto de la composición, una genialidad!!
Jesús tiene los ojos arrasados de lágrimas, y mira al cielo, al padre, para dedicarle el martirio, con la mano derecha sujeta por una cuerda, tocándose el área del corazón, mientras la mano izquierda abierta protectoramente sobre el mundo y su gente, un gesto de misericordia, como tratando de eximirlos del cruel acto y hacer patentes las palabras “Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Su cabeza sin aura, de ella parten líneas de la composición hacia todas las direcciones, delimitando su plano central y principal. Al lado derecho, un soldado, mira con cierta ironía y en su armadura se refleja admirablemente el tono rojo de la túnica sobre el grisáceo metalizado. Al otro lado, un personaje torvo, burlón vestido de verde, a punto de despojarlo de la vestidura para exponer su cuerpo al suplicio.
Delante de Jesús aparecen las tres Marías, de los evangelios apócrifos que observan al joven ensamblando las partes de la cruz este personaje, establece un balance asimétrico con Jesús y se proyecta hacia nosotros.
El cuadro no muestra una perspectiva lineal, sino una «superposición de planos» que dan la impresión de profundidad, esto se lo ha relacionado con la pintura bizantina que fue lo primero que dominó el artista, y rasgo característico de muchos pintores venecianos de la época, especialmente: Tintoretto.
Por detrás de Jesús, una abigarrada multitud, personajes de todo tipo predominando soldados con yelmos y alabardas, destaca un hombre desconocido que señala al espectador llamando nuestra atención. La obra está firmada sobre una hoja de papel que aparece abajo a la izquierda, en caracteres griegos minúsculos: “Doménikos Theoto [Kópulos]Krès Ep[oíei]”
Es el primer documento que acredita la presencia del pintor en la Ciudad de Toledo!
Problemas varios…
Motivo del primer pleito que el pintor tuvo en España, después vendrían otros que se sucedieron a lo largo de su vida por desavenencias con sus clientes.
Fue muy discutida en su momento por algunos miembros del Cabildo, posiblemente celosos de los principios iconográficos impuestos por el Concilio de Trento, alegaron, entre otras muchas faltas, que se había representado las cabezas de la multitud por encima de la cabeza de Jesús, lo cual consideraron terriblemente incorrecto.
El 2 de julio de 1576 fecha recibió 400 reales de adelanto a cuenta del cuadro.
El 14 de septiembre de 1579 reclamó el pago del cuadro alegando que era extranjero y no disponía de bienes en Toledo. El cuadro no acabó de pagarse hasta el 8 de diciembre de 1581. En el pleito los tasadores nombrados por «El Greco«, Baltasar de Castro, pintor, y Martínez de Castañeda, escultor, manifestaron sobre el lienzo que la estimación es tan grande que no tiene precio… pero que atendiendo a la miseria de los tiempos… se puede pagar 900 ducados. La cantidad solicitada era desmesurada, pero los tasadores representantes del cabildo presentaron una valoración muy baja, ofreciendo solamente 228 ducados, alegando las incorrecciones de las cabezas sobrepasando la de Cristo y las tres Marías que no se mencionan en los Evangelios.
La falta de acuerdo llevó a convocar un árbitro decisorio, que manifestó que el cuadro era uno de los mejores que había visto y lo valoró en 318 ducados.
El pintor acabó recibiendo como pago 350 ducados sin cambiar las figuras que habían generado el conflicto. El Cabildo catedralicio nunca más contrató al pintor…
Otros «Expolios»
El expolio de Cristo, versión de Múnich-obra del Greco, realizada entre 1583 y 1584. Se exhibe en la colección de la Pinacoteca Antigua de Múnich. Es una variante sobre el prototipo de El Expolio de la sacristía de la Catedral de Toledo.
La otra obra del Greco de los años 1570 en Upton House– Warwickshire- Inglaterra-Manierismo -Técnica Óleo sobre tabla en pequeño formato
55.7 centímetros x 34.7 centímetros.
Wethey , especialista en obras del pintor, catalogó quince cuadros con este tema y otras cuatro copias de medio cuerpo.
Solo en cinco de estas obras vio la mano del artista y las otras diez las consideró producciones del taller o copias posteriores.
El Greco y su taller pintaron varias versiones sobre este mismo tema, con algunas variantes. Entre ellas se encuentra la que posee el Museo del Prado firmada por el hijo del pintor: Jorge Manuel Teotocópuli.
Las principales variaciones de las copias respecto al original además de la calidad, es la corona de espinas que lleva Cristo, las figuras de primer término son algo mayores, mientras que las del fondo están más alejadas.
En general las figuras de las copias son un tanto burdas, para nada comparables a la maestría del original…