Beethoven es considerado el primer artista independiente. No apela a la razón, sino al sentimiento y con su 1ª Sinfonía comienza por 1800 …El Romanticismo musical.
En esta época, se defiende la libertad creadora del artista. La música se convierte en un lenguaje que intenta expresar aquello que no se puede explicar con palabras. Cada autor romántico tiene su estilo personal, subjetivo.
Beethoven estudió con Joseph Haydn, y aunque decía no haber aprendido nada de él, asimiló enseguida el clasicismo vienés. Poco a poco, fue creando su propio lenguaje, en todos los géneros musicales. Mantuvo el modelo en cuatro movimientos para sus sinfonías, en especial su lenguaje armónico. Pero Beethoven expandió la forma y la expresión sinfónica de innumerables maneras.
Escribió sinfonías más poderosas, intensas, dramáticas, para orquestas más grandes y potentes. También reemplazó el minuet de la sinfonía clásica, con el scherzo, más rápido y dinámico, ampliando en gran medida las secciones de desarrollo y codas.
Una de ellas, la Quinta, es probablemente la pieza más famosa en la historia de la música clásica.
Detalle de un retrato realizado por W. J. Mähler.
La Quinta Sinfonía
La mayoría de las obras de Beethoven pertenecen a su primera etapa, la llamada ‘década heroica’.
Cuando Beethoven la compuso ya estaba llegando a los 40 años, su vida personal estaba marcada por la angustia que le causaba el aumento de su sordera. Europa estaba afectada por las guerras napoleónicas, la agitación política en Austria y la ocupación de Viena por las tropas de Napoleón en 1805.
La sordera del músico hizo que se aislara de la sociedad justo cuando su fama alcanzó el punto culminante, y desde 1818, su música quedó relegada a un pequeño grupo.
Esos son estrenos…
La Quinta fue estrenada en un concierto de más de cuatro horas de duración celebrado en el Teatro An der Wien de Viena el 22 de diciembre de 1808. Compartían cartel, entre otros, los estrenos de la Sinfonía nº 6 “Pastoral”, el Concierto para piano nº 4 en Sol mayor y la Fantasía coral, op. 80, todas obras del compositor.
El programa fue:
- La Sexta Sinfonía, Op. 68
El aria Ah, perfido! Op. 65
El Gloria de la Misa en do mayor Op. 86
El Concierto para piano n.º 4 Op. 58 (tocado por el propio Beethoven)
(pausa)
La Quinta Sinfonía, Op. 67
El Sanctus y el Benedictus de la misma misa
Una improvisación para piano solo tocada por Beethoven
La Fantasía coral, Op. 80
Pero…
La escasa preparación del concierto ( un único ensayo), el frío que reinaba en la sala y el cansancio de público y de los músicos por la larga duración del programa fueron responsables de una mediocre ejecución y de la distante acogida que el público tributó a la sinfonía, según nos relata Johann Friedrich Reichart, Kapellmeister del príncipe Lobkowitz y compañero de palco de éste durante aquella velada.
A pesar de este poco prometedor debut, sucesivas representaciones de la obra cimentaron la fama en tierras germanas, como paso previo a su difusión internacional, mucho más intensa tras la muerte del compositor.
Tanto por su impacto técnico como emocional, de gran influencia en compositores y críticos musicales como Johannes Brahms, Piotr Ilich Chaikovski en particular su Sinfonía n.º 4, Anton Bruckner, Gustav Mahler y Hector Berlioz.
Y así muy lentamente…
Fue ascendiendo, siempre relegada a un segundo puesto en el favor del público por la Tercera, la Séptima y la gloriosa Novena, pero se convertiría en el tiempo en la sinfonía beethoveniana más frecuentada en las salas de concierto y una de las más populares de todos los tiempos, circunstancias que se vieron acrecentadas durante la II Guerra Mundial, entre otras razones por el nuevo sentido que le encontró el bando aliado al ritmo del famoso motivo inicial de cuatro notas: los tres valores cortos más el largo significaban en el código Morse la “V” de “victoria” (••• –).
Por cierto, altamente de moda después de la guerra. No había orquesta que se precie que no la tuviera en su repertorio ya sea dicográfico, o bien en sus representaciones en vivo.
En la época del compositor…
Una circunstancia pasada por alto por la musicología tradicional fue: El declive sufrido por la sinfonía desde finales del siglo XVIII. Y en Viena más aun con la muerte del emperador José II en 1790.
Según David Wyn Jones, musicólogo autor de numerosos libros entre ellos The Symphony in Beethoven’s Vienna, las temporadas de concierto vienesas de antaño eran exhibidoras de un variado y rico círculo de: conciertos con solistas, escenas de ópera y obras sinfónico-corales-, mientras que el repertorio estrictamente sinfónico se redujo gradualmente a la reposición de obras consagradas, principalmente de Haydn y Mozart.
Este cambio de escenario explicaría la necesidad de adaptar el viejo formato a los gustos musicales de una audiencia cada vez más amplia y menos especializada. En la Novena, el compositor habría optado por el formato sinfónico-coral. Igual hará Mendelssohn con su Sinfonía nº2 veinte años después.
La cuestión residía en lograr hacer comprensible la sinfonía pero a un público distinto.
La Quinta Sinfonía tuvo un largo proceso de maduración. Los primeros esbozos datan de 1804 tras haber acabado la Tercera Sinfonía. Sin embargo, Beethoven debía interrumpir su trabajo en la Quinta para preparar otras composiciones, incluyendo la primera versión de Fidelio, la Sonata para piano Appassionata, los cuartetos de cuerdas Rasumovsky Op. 59, el Concierto para violín, el Concierto para piano n.º 4, la Cuarta Sinfonía y la Misa en do mayor.
El final de la Quinta Sinfonía, que tuvo lugar entre 1807 y 1808, fue llevada en paralelo con la Sexta Sinfonía, que fueron estrenadas juntas.
Y es en este aspecto en el cual la Quinta ofrece una tercera vía frente al programatismo de la Sexta o a la incorporación de las voces en la Novena. Una solución más abstracta pero de más largo recorrido: La potenciación de los elementos dialécticos –contraste, tensión, resolución.
El Allegro inicial de la Quinta de Beethoven nos ofrece un ejemplo arquetípico de lo dicho: La exacerbación del contraste temático: tema principal en Do menor, frente al tema secundario en Mi bemol mayor, así como el peso otorgado al desarrollo con la extensa coda, configuran un primer movimiento sólo equiparables a las oberturas Coriolano y Egmont, la Sonata “Patética”, o el primer movimiento de la Novena sinfonía.
Aquí, con la dirección de Thieleman y La Filarmónica de Viena con una duración aproximada de 30′ de cuatro movimientos:
Allegro con brio
Andante con moto
Scherzo. Allegro
Allegro
Sinfonía del Destino con esos «allegros «en la partitura?
Ta-ta-ta-taaaa (Sol sol sol miiiii…) No hay fragmento sinfónico más conocido en el mundo que el comienzo de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Si el compositor de Bonn hubiera vivido en nuestros tiempos, se hubiera hecho rico solo por la cantidad de veces que esas cuatro notas se emplean, desde melodías para el celular hasta infinidad de arreglos. El inicio de la Quinta también aparece impreso en tazas, bolsos y paraguas. Por no hablar de los derechos de autor que generaría su música cada vez que una de sus obras es interpretada.
El sobrenombre de «Sinfonía del Destino» se debe al secretario y biógrafo de Beethoven, Anton Schindler. Según este, cuando preguntó al compositor por las cuatro contundentes notas de inicio de la Quinta Sinfonía, Beethoven respondió: «Así llama el destino a la puerta”.
Jens Dufner, musicólogo del Archivo Beethoven de Bonn, no da demasiada credibilidad a las palabras de Schindler. «Anton Schindler es una figura dudosa”, dice. «Es cierto que fue un testigo directo al que básicamente se puede tomar en serio, pero presentó su relación con Beethoven de manera diferente a la que realmente era. Con el paso del tiempo se fue esforzando por hacer parecer que tenía una relación muy estrecha con el compositor y fue adornando su relato con hechos inexistentes”, asegura Dufner. Por su parte, otro experto musicólogo Michael Stuck-Scholen supone que, incluso aunque la frase viniera del propio Beethoven, este habría dado esa breve explicación tan solo para quitarse de encima a Schindler… era así con las personas molestas.
La imagen de hombre solitario, que solo se dedica a la música, no se corresponde con la realidad de Beethoven, al menos en sus años jóvenes. El compositor se interesó por la literatura y la filosofía y, sobre todo, por la política. Le entusiasmó la Revolución Francesa y compartió sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Llegó a incluir en su obra ritmos y motivos melódicos de la música revolucionaria francesa.
Por cierto, en Francia… la Quinta es más conocida como «Canto de la victoria” que como «Sinfonía del Destino”.
El auténtico destino de Beethoven: su sordera
La Quinta Sinfonía nació en un momento en el que Beethoven ya padecía una sordera severa agravada por el tinitus. Su dolencia comenzó en 1798, pero no fue hasta más de una década después cuando se quedó completamente sordo.
El musicólogo, director y biógrafo de Beethoven Jan Caeyers describe cómo Beethoven tuvo que cambiar su vida debido a la sordera. Su carrera como pianista estaba acabada, por lo que arreciaron sus aspiraciones para entrar en la historia como gran compositor y dejar música para la eternidad. «Una fase de su vida concluye y se inicia un Beethoven más grande”, dice a DW Caeyers. «Así pues, Beethoven desarrolla un nuevo lenguaje orquestal, amplía las dimensiones de sus obras y su sonido orquestal adquiere mayor intensidad y profundidad”. El compositor escribió a un amigo: «Quiero enfrentar cara a cara el destino, no me va a doblegar por completo”.
Los artistas del Romanticismo creían en la fuerza del destino. Johannes Brahms cita el motivo inicial de la Quinta en su Cuarteto con piano en Do menor en una época en la que transitaba problemas amorosos.
«Es legítimo que la gente sienta que esta obra es la ‘Sinfonía del Destino”, dice Jan Dufner. «Lo único es que hay que saber de dónde procede ese sobrenombre y que es dudoso que sea del propio Beethoven ”, concluye.
Algunos directores que nos deleitaron con esta obra: