
La idea que subyacía era la siguiente: «Verduras para la cocina, hierbas para la enfermería y flores para la iglesia… o el cementerio«. Los árboles: para fruta y sombra.
The Shrewsbury Quest, en la ciudad de Shrewsbury, en el centro-oeste de Inglaterra, está inspirado en el único plan superviviente de un jardín monástico existente en Canterbury, que data del año 1165.
El jardín está dividido en 4 partes: el patio, con el espino de Glastonbury, un árbol emblemático por tener dos floraciones, una de ellas en invierno, y ser descendiente del que trajo José de Arimatea. En otra esquina, el herbario, donde crecen las hierbas medicinales -con una pequeña área cercada guardando las plantas más peligrosas como el acónito o la mandrágora, ambas venenosas. La tercera parte es el herbario del abad, una zona de césped bordeada por hierbas aromáticas y flores con un pequeño estanque en el centro. La última, está ocupada por la huerta de hortalizas donde se cultivan puerros, ajos, cebollas, repollos, coles o las menos familiares hoy en la cocina acedera (se comía en ensalada o hervida) y ortiga (como verdura cocinada) de “cuando las gentes sabían vivir más sobriamente”.
En la idea de “jardín cerrado” tienen mucha importancia. Y es una pervivencia de cuando el hombre se transforma en sedentario y se pone a cultivar o encierra a sus animales domésticos cerca de la casa; porque protegen de los vientos e impiden escapar- sobre todo los espinosos- a las ovejas. Además, concentran a pájaros insectívoros que evitan las plagas. Incuban exclusivamente en setos chochines, currucas (en endrinos la zarcera), verderones (prefieren los majuelos) ruiseñores y zorzales. El alcaudón utiliza las espinas del endrino como despensa en la que ensartar saltamontes.
Vallas (cerca hecha de estacas o tablas), tapias (obra de albañilería), enrejados (con cañas o varillas) de avellano, setos vivos (vides, rosal silvestre, zarzamora, arrayán, aligustre/llamada alheña por los árabes, laurel real (introducido en Italia en el siglo XVI), pitosporo, teocrium, escalonia de flor rosada) son utilizados para cerrar el jardín…
Miramos un momento estos números…
En un seto de 100 metros de longitud se pueden diferenciar entre 20 y 25 especies de plantas, entre leñosas y herbáceas: Avellanos, ciruelos, endrinos, majuelos, salgueras, saúcos. Entre las trepadoras: correhuelas, madreselvas, zarzaparrillas…
Un seto de 1 kilómetro de longitud de más de 25 años da cobijo a un promedio de hasta 50 parejas de aves. Son, pues, lugares de gran diversidad animal y vegetal.
El saúco su cultivo- por sus frutos- se remonta a los tiempos neolíticos y el hombre lo ha extendido por gran parte del globo; por ello se dice que acompaña a las civilizaciones. Ahuyentaba a sapos, culebras y salamandras según el saber popular da de comer a más de 40 tipos de aves.
Malvas, campánulas, lavándulas o centáureas atraen a abejas y mariposas.
El jardín más pequeño…
El jardín o herbario conocido es el de la reina Eleonora de Winchester, en Inglaterra, de sólo 2 por 2´5 metros, con hierba y bordes herbáceo
El famoso…
El herbario de San Galo en Suiza fundado por monjes Irlandeses, famoso si los hay, y todo una regla para las posteriores abadías, con unas medidas de 12 x 15 m, contenía 16 plantas: alubias pintas, satureja, rosa, menta, comino (semillas diminutas), apio de monte, hinojo, azucena, salvia, ruda, lirio, hierba lombriguera, trifolium ornithopodioides (un tipo de trébol), !No podía faltar!! y romero (flores y hierbas medicinales y aromáticas).
Asimismo, el huerto contenía una serie de árboles frutales (13): desde manzanos y perales, a melocotoneros, moreras, ciruelos, nísperos, laureles, castaños, higueras, membrillos, avellanos, almendros y nogales. Hay quien ve en estos trece árboles a Cristo y sus 12 discípulos. Distantes entre sí entre 5 y 6 metros lo cual daba una superficie de 18 x 24 metros aproximadamente.
Ahora bien: también dentro de esa magnífica y subyugante atmósfera había también plantas que traían consigo podían estar o no eso dependía del conocimiento médico de los monjes.
Las 7 plantas sagradas de los Druidas: además del muérdago, la verbena, el beleño, la primavera, la pulsatila, el trébol y el acónito.
Las 9 hierbas sagradas del dios nórdico Odín: artemisa, llantén, berro, manzanilla, ortiga, perifollo, hinojo, manzana silvestre y la no identificada «atterlothe».
La acedera y el llantén son dos de las más antiguas hierbas medicinales.
Donde había monjes Irlandeses este agregado:
Los 7 árboles nobles de Irlanda: roble, manzano, aliso, abedul, avellano, sauce, acebo.
Algunos datos que verdaderamente sorprenden…
En un seto de 100 metros de longitud se pueden diferenciar entre 20 y 25 especies de plantas, entre leñosas y herbáceas: Avellanos, ciruelos, endrinos, majuelos, salgueras, saúcos. Entre las trepadoras: correhuelas, madreselvas, zarzaparrillas…
Un seto de 1 kilómetro de longitud maduro (de más de 25 años) da cobijo a un promedio de hasta 50 parejas de aves. Son, pues, lugares de gran diversidad animal y vegetal. El saúco [su cultivo- por sus frutos- se remonta a los tiempos neolíticos y el hombre lo ha extendido por gran parte del globo; por ello se dice que acompaña a las civilizaciones. Ahuyentaba a sapos, culebras y salamandras según el saber popular] da de comer a más de 40 tipos de aves. Malvas, campánulas, lavándulas o centáureas atraen a abejas y mariposas.
Una razón más que suficiente para que estos jardines prosperasen
Carlomagno su gran propulsor!!
En la Capitular De Villis (Lo referente a las villas) del año 800, Carlomagno enumera las 74 especies de flores, de hortalizas y legumbres, desde el lirio hasta la alcachofa, que es preciso cultivar en los jardines de las villas. «Queremos que tengan en los jardines plantas de todas las especies…«.
En el año 840 aparece un libro en Francia, sobre el cultivo del huerto. Lo escribió el monje: Walafred Strabo de la Abadía de Reischenau. El libro consta de unos 400 versos en el que describe las faenas de la jardinería, da explicaciones sobre como regar, habla de las escarchas y de como hacer un drenaje. Es la primera manifestación escrita.
Y por cierto comenzaron los «Hortus conclusus» pasaron a invadir los Castillos medievales…
…y también en las ciudades
La existencia de jardines en las ciudades medievales, está documentada aunque, actualmente, sean difíciles de rastrear; las palabras de Mumford en La ciudad a través de la historia así lo corrobora: “La típica ciudad medieval se hallaba más próxima a lo que ahora denominaríamos una aldea o una población rural que a una moderna y abarrotada aglomeración urbana comercial. Muchas de las ciudades medievales que vieron detenida su expansión antes del siglo XIX aún presentaban jardines y huertos en el corazón del municipio.”
Morris en su Historia de la forma urbana cita la ciudad flamenca de Furnes como un ejemplo de esto haciéndose eco de lo que Sir Patrick Abercrombie menciona en su obra Urbanismo y planificación rural, en donde llega a considerarla casi una ciudad jardín: “…la concepción medieval de una ciudad de negocios, con su plaza en el centro, su grupo de edificios públicos, entre los que figura la catedral, una gran iglesia urbana, el ayuntamiento, los juzgados, etc., casas alineadas a lo largo de las calles con continuidad, aprovechando económicamente cada metro de fachada, pero provistas de amplios jardines en su parte trasera“.

Le roman de la rose es una obra significativa en este sentido, escrita en dos partes; la primera de ellas obra de Guillaume de Lorris, escrita entre 1225 y 1230, en la que aparece la descripción de un lugar llamado vergel, un espacio cuadrado amurallado y almenado y en el que la naturaleza presenta todo su esplendor.
Lo describe así:»El jardín estará rodeado por una muralla que lo cerque y lo proteja de miradas ajenas. Tendrá un pequeño prado, árboles, pérgolas y túneles realizados con ramas enlazadas de trepadoras y contará con flores y una fuente. Su espacio se dividirá en cuadrados [tiene que ver con lo estático, con el orden, con la organización racional] con caminos bordeados de hierbas aromáticas que con su olor hagan aún más agradable el lugar». y una segunda parte, más tardía, obra de Jean de Menú escrita entre 1269 y 1278, describe un jardín más conceptual y simbólico, de forma circular, que asume gran parte de la filosofía dominante en la época recogiendo el imaginario jardinístico propio del poeta. El poema nos deja descripciones de jardines: “A cierta distancia, me encontré ante un jardín cerrado por muros almenados y ricamente decorados en su exterior con imágenes y pinturas” o “Sin decir una palabra más, entré en el jardín por la puerta que Ociosa me había abierto, una vez dentro mi alegría llegó a su colmo. Sabed que creí hallarme en el Paraíso terrenal, el lugar era tan delicioso que parecía sobrenatural. Pensé que no podía existir paraíso mejor que aquel placentero vergel”

Bella página iluminada del libro de Lorris

Otro ejemplo es el Liber ruralium commodorum obra de Pietro de’ Crescenci (1230-1305) y dedicado a Carlos II de Anjou, rey de Sicilia y Jerusalén; que recoge los métodos de cultivo propios de finales de la Edad Media y los Jardines de Hesdin, creados por Roberto II de Artois a finales del siglo XIII a orillas del Ternoise entre Arrás y el mar; en el que se combinaba el parque con el jardín de placer cerca del castillo, fueron durante la guerra de los Cien Años; adquiriendo nuevo auge después con los Duques de Borgoña, como muestra el cuadro Bodas en los Jardines de Hesdin.
Como indica Santucci en L’omme jardinier de Dieu, a comienzos del siglo XII personajes como San Bernardo de Claraval o Abelardo nos hablan del comienzo de las profundas conmociones que pronto removerán la sociedad. Al parecer San Bernardo en su sermón 23 sobre el Cantar de los Cantares, explica la simbología tripartita del jardín relacionando su plantación: con la creación; su germinación: con la reconciliación del hombre con Dios gracias a Cristo y la recolección con lo que llegará al final de los tiempos.
También el Islam tenía debilidad por ellos. A lo largo de los ocho siglos de dominación árabe, en España se construyeron jardines, sobre todo en los edificios suntuosos que utilizaron como residencias, las Alcazabas de Málaga y Almería, la Alfajeria de Zaragoza, los Alcázares de Sevilla, pero como paradigma del jardín, sin duda, nada como la intervención de la dinastía Nazarí en Granada con las construcciones la Alhambra y los jardines del Generalife.
Al final de la Edad Media y ya con el Renacimiento a la vista, los escritos de Dante(1265-1321), Petrarca (1313-1375), Boccaccio (1304-1374), demuestran que el jardín se ha convertido en un tema plenamente literario. Paralelamente a esto el progreso de las innovaciones técnicas como el desarrollo de la metalurgia, la aparición de la brújula portátil etc. facilitarán la creación de jardines.
Italia asumirá el papel preponderante en el despegue cultural del momento; y las personalidades políticas de las más importantes ciudades italianas, entre las que destacaran los Medicis, asumirán las nuevas corrientes filosóficas renacentistas que conducen a una nueva concepción de jardín.