…sobre la «Última Cena»?
En los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se dice que la Última Cena fue una comida pascual, mientras que en el Evangelio de Juan se establece que tuvo lugar antes de la Pascua.
La representación en el arte de la Última Cena con las figuras y actitudes de sus personajes, nos ayudan a concretar las fórmulas iconográficas desarrolladas por los artistas a lo largo de la historia sobre este tema: Institución de la Eucaristía o comunión de los apóstoles y el anuncio de la traición de Judas.
Son numerosos los atributos iconográficos que han enriquecido este momento a lo largo de los siglos. En las catacumbas romanas se pueden ver escenas de la sigma o media luna y la heredada triclinia romana o sea figuras recostadas durante la comida.
Es recién a mediados del s.XI que se introduce la mesa rectangular como en los frescos de san Baudelio de Berlanga o en san Isidoro de León datados en 1125 y siempre hay excepciones como la mesa triangular del Breviario de Oderisio Miniatura de la Abadía Montecasino .
Mosaico de San Apolinar Novo en Ravenna
Siendo una obra de cierta complejidad compositiva por el elevado número de sus personajes, las imágenes están determinadas por la presencia de Cristo presidiendo el banquete pascual en distintas posiciones, ya que hasta el siglo XII es frecuente encontrarlo a la izquierda de la mesa, pues este era el lugar de honor en los banquetes romanos. Así se aprecia en el mosaico de San Apolinar Nuevo o en la miniatura del códice Rossano .
Códice Rossano
Los artistas posteriores acusan la influencia bizantina, con sus aureolas doradas (Judas no la tiene) como Giotto en su reinterpretación de la Cena para la Capilla Scrovegni de Padua.
- Giotto
Desde mediados del siglo XII Cristo centraliza las composiciones, determinando la distribución simétrica de los apóstoles. Identificado por el nimbo crucífero, observamos en su figura la repetición de tres gestos que remiten a los tres instantes recogidos por las imágenes de la Última Cena: entregando un bocado a Judas o mojando en el mismo plato que él, signo del anuncio de la traición; bendiciendo o elevando el cáliz, para incidir en la institución de la Eucaristía y distribuyendo la comunión a los apóstoles. Pedro suele estar a la derecha de Cristo, identificado como un anciano esto lo caracteriza desde las imágenes paleocristianas. A veces porta un cuchillo, preludio de su acción en el Huerto de los Olivos al cortar la oreja de Malco.
Más próximo a Cristo está san Juan, el más joven de los discípulos, caracterizado por su rostro imberbe y siempre recostado sobre el regazo de Cristo, actitud que Louis Réau , el iconofrafo e Historiador de arte francés, considera una pervivencia de los banquetes de la antigüedad, pero que está presente en el Evangelio de san Juan y pudiera popularizarse y consolidarse desde finales del siglo XIII por las palabras de san Buenaventura: “Mas Juan, poniéndose a su lado, nunca se separó de Él, no obstante ser el más joven de los apóstoles, en esta cena se sentó al lado del Señor”. En otro momento lo dice y esto ha servido para avalar en las imágenes más tardías del Medievo la representación de San Juan como discípulo más cercano a Cristo, actitud que partía de las narración de San Juan: “Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús” (Jn 13, 23).
La Leyenda Dorada», obra escrita por Santiago de la Vorágine en torno a 1265, subraya la relevancia del Lavatorio de los pies en relación a la Eucaristía: “Cristo, al lavar físicamente los pies a sus discípulos, lavóselos también espiritualmente con el agua mística de su sangre”, lo que explica la coexistencia de ambos temas en los programas iconográficos de la Baja Edad Media.
Sin duda el personaje que más particularidades introduce en las imágenes de la
Última Cena es: Judas, quien habitualmente carece de nimbo y cuyas facciones siguen la
estética de la fealdad para representar la idea del mal, aspecto reflejado en el perfil del
apóstol recreado por Jaime Huguet.
Jaime Huguet ( Judas sin el nimbo)
Algunos pintores abundan en la idea de la traición con el uso del color amarillo para simbolizar su culpa. Más expresivas son miniaturas de ascendencia nórdica, como el códice Ludwig VII, o el manuscrito 33 de la colección Paul Getty, donde un pequeño diablo entra por la boca de Judas para concretar las palabras del evangelio de San Juan:“Detrás del pan, entró en él Satanás” (Jn 13, 27).
Su identificación se verifica cuando porta el saco de las treinta monedas de plata por las que vendió a Cristo, motivo que suele ocultar al resto de comensales, como se observa en el relieve del retablo de la Cartuja de Miraflores.
Retablo de Miraflores
Además, en las representaciones románicas, suele estar apartado del resto, en primer término de la composición y con el gesto de recibir de manos de Cristo un bocado de pan (“…aquel a quien yo dé este trozo de pan”, Jn 13, 26) o bien mojando en el mismo plato de Cristo, gesto acorde con las narraciones de Mateo y de Marcos (“El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar”, Mt 26, 23). Algunas imágenes, para subrayar la traición a Cristo, muestran a Judas tomando un pez, lo vemos en el esmalte de Nicolás de Verdún para el Altar de Klosterneuburg (c. 1181).
Nicolás de Verdún
A finales del siglo XIII, la instauración de la festividad del Corpus Christi por parte del papa Urbano IV, también implicó la multiplicación de imágenes de la Última Cena, trabajadas en las monumentales custodias procesionales. A esto se sumaba en España la veneración del Santo Grial de la Última Cena en Valencia, lo que originó nuevas fórmulas iconográficas, como la del Salvador Eucarístico, que acentuaban el protagonismo de la preciada reliquia. Dicho cáliz se conservaba en la Catedral de Valencia desde 1437, tras la donación realizada a dicha ciudad por el rey Alfonso V el Magnánimo y tras no pocos avatares históricos que la hicieron pasar previamente por el monasterio de San Juan de la Peña (Huesca), donde estaría por el año 1071 y hay allí, un bellísimo capitel claustral con la iconografía de la Última Cena.
Capitel de San Juan de la Peña
Desde finales del siglo XIV la creación de hermandades y cofradías dedicadas al
Santísimo Sacramento explica la proliferación de encargos particulares, como el realizado a Dieric Bouts en Lovaina.
Otro de los motivos cristológicos y eucarísticos que se destacan en las imágenes es: el
pelícano. Para comprender su significado en un contexto litúrgico, es preciso que nos
remontemos al siglo II, cuando se data la versión griega del Physiologus, punto de partida para las versiones de los Bestiarios medievales, como el toscano, donde podemos leer que el pelícano “se picotea el pecho, hasta que muere, y su sangre se derrama sobre sus hijos, que vuelven a la vida”. Su significado en relación con la conmemoración del sacrificio de Cristo en la Eucaristía explica que sea un motivo con frecuencia utilizado para la decoración de sagrarios y custodias.
El significado eucarístico de la «Adoración del Cordero Místico», tema magistralmente interpretado por Van Eyck en el Políptico de Gante (1432). La tabla principal está centralizada por la figura del cordero sobre el altar eucarístico.
A partir del siglo XV, especialmente en Italia, la representación de la Última Cena va a consolidarse como temática propia de la decoración de los refectorios monásticos.Tras la evolución de las tres fórmulas iconográficas desarrolladas a lo largo de la Edad Media (Consagración, Comunión de los apóstoles y Anuncio de la traición de Judas), en el arte de la Contrarreforma la representación de la Última Cena cobra mayor valor y se reviste de solemnidad.
Los artistas suelen contrastar la serenidad de Cristo con el dinamismo de los apóstoles, contrapunto que alcanza su culmen en la versión de Leonardo da Vinci para el refectorio de Santa María de las Gracias (Milán),
Sobre la «Última Cena» de Leonardo.
…una obra famosa como pocas…
De izquierda a derecha encontramos a: Bartolomé, Santiago el Menor, Andrés, Judas Iscariote, Pedro y Juán – JESÚS – Tomás, Santiago el Mayor. Felipe, Mateo, Judas Tadeo y Simón el Zelote.
La pintura representa la reacción de los apóstoles al escuchar:»…uno de ustedes me traicionará»… genera la confusión esta inconcebible noticia y todos se preguntan: «¿Soy yo, Señor?».
Entre los años 1495 y 1497, Leonardo da Vinci pintó este mural de 4,6 metros de alto y 8,8 metros de largo, en el convento de Santa María de Gracia, en Milán, obra que algunos expertos consideran la mejor del mundo dentro de la categoría pictórica.
Debido al paso del tiempo, “La Última Cena” ha sufrido un importante deterioro, aclarando y difuminando los colores de la pintura, por lo que muchos de los detalles de la obra pueden haberse perdido.
La composición de “La Última Cena” está organizada usando medidas geométricas. En la obra se identifican tres planos de profundidad: la escena de la Eucaristía, las paredes del local y el paisaje que se observa a través de las ventanas. El mensaje de la escena se localiza exclusivamente en el primer plano, siendo el resto utilizado únicamente para dar profundidad a la obra a través de una perspectiva lineal obtenida usando los elementos decorativos arquitectónicos (los artístas de la época representaban frecuentemente elementos arquitectónicos en sus obras).
Jesucristo se encuentra en el centro sirviendo como eje de la escena y dividiéndola en tres áreas de manera vertical. La figura de Cristo aparece en forma piramidal, con la cabeza ligeramente ladeada y los brazos extendidos hacia adelante, destacando aún más los valores geométricos utilizados. Los apóstoles en los extremos del cuadro gesticulando con expresión sorprendida, algunos de ellos incluso se levantan de sus asientos tras recibir la noticia de la traición. Judas Iscariote aparece representado sujetando una pequeña bolsa, (treinta piezas de plata por las que el apostol traicionó a Jesucristo). Todos aparecen de frente, en el lado opuesto al observador.
En la mesa encontramos la cena, en la que se representan platos con pan y peces, además de copas con vino, elementos importantes en la iconografía cristiana. La mayoría de los personajes a medio cuerpo, estando la parte inferior oculta tras la mesa. (lamentablemente los pies de Jesús perdidos al modificar el refectorio del convento).
El autor no idealiza los cuerpos, algo común en la época era hacerlo, prefiriendo centrarse en la representación de sus reacciones. Los personajes aparecen vestidos con telas y ropajes coloridos propios del siglo XV-XVI, moda procedente del mundo flamenco, ya que las obras de arte flamencas destacan mucho los ropajes debido a la importancia del comercio textil en el norte de Europa. En épocas de Jesús los colores eran generalmente neutros y las telas rústicas, sobre todo entre gente sencilla como los discípulos.
Para la representación de las luces y las sombras, Da Vinci utiliza dos fuentes de luz: las ventanas en segundo plano y una fuente de luz situada en la posición del observador para permitir distinguir y observar los rostros de los personajes. La perspectiva aérea afecta especialmente al paisaje que se puede observar a través de las ventanas, Sin embargo, el autor se permite representar a Judas parcialmente ocultado y oscurecido, indicando así su terror a que su traición sea descubierta. Este elemento también sirve para separarlo del resto del grupo.
Jesucristo estableció esta celebración la noche de la Pascua judía del año 33 de nuestra era. La Pascua, fiesta que tenía lugar solo una vez al año, el día 14 de nisán (mes del calendario judío). era a partir del equinoccio de primavera, es decir, del día en que hay aproximadamente doce horas de luz y doce de oscuridad.
Los últimos dos milenios, la Última Cena ha inspirado a miles de personas vivir con fe y esperanza sirviendo a otros, en lugar de seguir las influencias del mundo de esperar ser servido.