
Existen «memorias» inmortales como las que cuenta Plinio…que Ciro II sabía de memoria el nombre de todos los soldados de su ejército, o que Temístocles conocía los nombres de los 20.000 ciudadanos de Atenas, mientras que Mitrídates Eupator administraba justicia en los 22 idiomas de su imperio.
Se cuentan también la anécdota del genial Mozart, que escuchó el extenso «Miserere» de Allegri obra polifónica que se interpretaba en Semana Santa en la Capilla Sixtina cuya partitura no podía sacarse del Vaticano so pena de condena eterna… Mozart, fue capaz de repetirlo de memoria días después. El Papa, ante semejante prodigio, perdonó al joven genio lo que se consideraba «un sacrilegio».
Marcelino Menéndez y Pelayo, es célebre, porque podía recitar de memoria El Quijote, y el filósofo John Stuart Mill igual de memorioso recitaba seis de los Diálogos de Platón. Dicen que el beato José de Ávila no se quedaba atrás con su memoria… sabía toda la Biblia.
Otro caso extraordinario es el de Hans Eberstark, 1928-2001 lingüista austríaco y traductor quien dominaba 15 lenguas y conocía de memoria las primeras 12.000 cifras decimales de Pi.
Hasta hace poco, el japonés Hideaki Tomoyori poseía la marca mundial en esta especialidad poco común: ha recitado de memoria las primeras 20.000 cifras decimales de Pi.

Así es que la «memoria perfecta» ha sido descrita magistralmente por Jorge Luis Borges en un cuento titulado «Funes el memorioso». A raíz de un trauma cerebral, Funes adquiere una memoria perfecta, que se convierte en una desgracia, al impedirle pensar, pues, como inteligentemente propone Borges, “pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.
Pero pocos son los que saben…
que Serguei Rajmáninov el célebre músico, compositor, director e intérprete ruso también poseía una memoria insólita, podía escuchar una pieza musical, incluso una sinfonía, y reproducirla al día siguiente, al año siguiente o una década después.

Aleksandr Ziloti- pianista compositor y director de orquesta, le dio una pieza larga y exigente para aprender, como son las Variaciones y fuga sobre un tema de Händel de Johannes Brahms. Dos días después, Rajmáninov la tocó «con absoluta perfección artística».
Aleksandr Goldenweiser dijo de él:» Cualquiera que fuera la composición que se mencionara piano, orquesta, ópera u otra- de un compositor clásico o contemporáneo, si Rajmáninov la había escuchado en algún momento, y sobre todo si le gustaba, la tocaba como si fuera una obra que había estudiado a fondo». No en vano en un año dio casi 1000 conciertos en los Estados Unidos!!! algo verdaderamente increíble!!! que solo un genio de memoria prodigiosa puso hacerlo.
Gran sorpresa…
Es un estudio publicado en 2020 que evaluaba la novedad e influencia para 900 composiciones de piano clásicas escritas por 19 compositores entre aproximadamente 1700 y 1900, Serguéi Rajmáninov aparecía en primera posición como el compositor más innovador, seguido de Johann Sebastián Bach, Johannes Brahms y Félix Mendelssohn. Sus obras eran las más innovadoras tanto comparadas con las de los otros 18 compositores como comparando sus últimas obras con las primeras.
Al fin se hace justicia!!!
Esto demuestra lo poco valorado que fue este destacado compositor e intérprete… a pesar del rotundo éxito que tuvo. Como siempre pasa, luce más lo que entra por los ojos, belleza, simpatía… glamour y demás…

Era sobrio por demás, formal y callado. Muy alto, y frente al público siempre mantenía una expresión severa y misteriosa…. podría denominarse una persona «gris»…que «no ponía caras» ni» miradas lánguidas al techo» mientras ejecutaba las obras en el piano, pero su fuerza era impresionante y la emoción que transmitía estaban en su mente prodigiosa y en sus manos, grandes más de lo habitual, con las que conseguía increíbles y velocísimos despliegues sobre el teclado. Su técnica de mano izquierda era inusualmente poderosa. Donde la interpretación de otros pianistas se volvía borrosa por el uso excesivo del pedal o deficiencias en la técnica, las texturas de Rajmáninov eran limpias, claras, bellas y transparentes como el cristal.
El escultor Serguéi Konénkov decía: “El rostro de Rajmáninov es el sueño de un escultor. Era tan sencillo y al mismo tiempo, absolutamente único e inimitable… Hay rostros en nuestra vida que con solamente verlos una vez, ya no los olvidamos jamás”.
Sólo Józef Hofmann y Josef Lhévinne compartieron este tipo de claridad con él.

Los tres tenían a Antón Rubinstein como modelo para este tipo de interpretación: Hofmann como alumno suyo, Rajmáninov por escuchar su famosa serie de recitales históricos en Moscú mientras estudiaba con Zvérev y Lhévinne de escuchar sus interpretaciones.

Su interpretación estuvo marcada por la precisión, el impulso rítmico y el notable uso del staccato. Aplicó estas cualidades en la música de Frédéric Chopin, incluida la Sonata para piano en si bemol menor. Su repertorio, a excepción de sus propias obras, consistió principalmente en obras virtuosas del siglo XIX además de música de: Johann Sebastián Bach, Ludwig van Beethoven, Aleksandr Borodín, Claude Debussy, Edvard Grieg, Franz Liszt, Félix Mendelssohn, Wolfgang Amadeus Mozart, Franz Schubert, Robert Schumann y su admirado Piotr Ilich Chaikovski.

Se le ha tachado injustamente de conservador, de anti-novedoso cuando en realidad era todo lo contrario de lo que se piensa.
Su música tan personal, nacida del corazón, que no necesita la utilización de nuevos recursos ni persigue una originalidad en el lenguaje. Su música es típicamente rusa, él siempre argumentaba que nunca se proponía hacer música rusa, sino que su música es así simplemente porque él es así.
Se mostraba siempre reacio a revelar su fuente de inspiración.
Decía… «Oigo la música en mi cabeza. Cuando la música para, yo paro de escribir». Una vez contó a un periodista que su inspiración en muchos casos provenía de fuentes literarias o pictóricas.
Serguéi Rajmáninov, en la década de 1890, con su amigo el cantante Fiódor Chaliapin, que participó en la producción de Aleko para el Teatro Bolshói de 1892.

Compartía junto con su amigo Fiódor Chaliapin la firme convicción de que una pieza siempre tenía un clímax único. Este método interpretativo consistía en determinar en cada pieza cuál es «el clímax», y todo lo demás, cada «p» o cada «ff» debe llevar a ese clímax.
La «Primera Sinfonía» de Rajmáninov fue un completo desastre: el director de la orquestra, Alexándr Glazunov, estaba borracho y él destrozó sus partituras, afortunadamente, parte de las piezas sobrevivieron, lo que permitió la reconstrucción de la obra después de su muerte. Rajmáninov, cayó entonces en una profunda depresión incapaz de componer música durante casi tres años. Consultó con el doctor Dal, un pionero “hipnoterapeuta” que trabajaba en Moscú quién logró restaurarle la autoconfianza. Como resultado surgió el exitoso «Concierto №2 para Piano» de 1900, que dedicó al doctor.
La dura crítica fue posiblemente debido al antagonismo imperante desde hacía mucho tiempo atrás entre San Petersburgo y Moscú, una antipatía que iba más allá de cuestiones musicales. Pero la sinfonía no fue interpretada nuevamente durante la vida de su autor.
Rachmaninov Piano concerto No 2 in C Minor op. 18. – YouTube
Se sabe que «The isle of Dead» fue compuesta después de observar unas pinturas de Arnold Böcklin con el mismo título. En este mismo pintor se inspiran sus Estudios-Tableau.
Rachmaninov: Etude-Tableau in A Minor, Op.39, No.6 – YouTube
El «diabólico» Estudio en La menor Op.39 n.6, uno de los tres que grabó, y que como él mismo le comentó a Respighi en una carta, es la expresión musical del cuento popular de hadas «Little Red Riding Hood», del que también es partícipe la «Sugestión Diabólica» Prokoffiana. Tras un primer análisis, es evidente deducir que son dos los «leit-motiv» que aparecen y reaparecen en la música del compositor: el sonido de las campanas «The bells», su favorita y también el preludio Op.32 N.3 en Mi Mayor.
La música coral rusa, al igual que la música estadounidense la podemos encontrar en numerosas piezas, en especial en la Rapsodia sobre un Tema de Paganini, que conjuga: música norteamericana con su estilo personal ruso; y por supuesto, en su cuarto concierto, del cual el segundo movimiento se inspira en un «negro espiritual».
Rachmaninoff Rhapsody on a Theme of Paganini – YouTube
Muy personal…

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En 1934 durante un recital en Washington
El pianista Cyril Smith cuenta su impresión de sus recitales… sin duda muy especial. El semblante serio e inconfundible, el corte de pelo a lo militar. Se dirigía al instrumento, como si lamentase hacerlo, y escrutaba el público, mientras tocaba varias veces un acorde en pianísimo hasta reducirlo a un susurro. Solo entonces comenzaba con la obra.
El pintor Leonid Pasternak admiraba la intensidad de sus interpretaciones, pero también la naturalidad de sus gestos, similares a quien trabaja sobre un escritorio o se toma una sopa.
Charles O’Connell, su productor en la RCA, subrayaba además la belleza de su sonido al piano. Esa capacidad exquisita para sombrear y colorear cada frase junto a su falta de interés por el proceso de la grabación. Pero también su manía de prohibir la difusión de cualquier registro sonoro que no considerase musicalmente perfecto.
El método de estudio de Serguéi Rajmáninov consiste en trabajar una pieza musical como si el intérprete fuera el compositor, dividiendo el estudio en diferentes fases. En sus propias palabras: «Se debe desmontar, asomarse en cada rincón, antes de ensamblarlo todo». Por supuesto, siempre guardando una lógica con respecto al «punto de inflexión», o» clímax».
«Una concepción globalizadora de una pieza musical, significa ponerse en el lugar del compositor y no limitarse a ser intérprete…es la diferencia entre el arquitecto y el albañil. El albañil construye la casa ladrillo a ladrillo, el arquitecto la tiene toda entera en su cabeza».
La peor crítica que él mismo podía hacerse al terminar un recital es olvidar dicho punto culminante. Daba lo mismo que la interpretación de este o aquel pasaje fueran geniales, como él mismo relataba: «O todo tuvo sentido, o nada lo hizo».
En : Variaciones sobre un Tema de Corelli,-comentario recogido de una carta de Rajmáninov a Medtner, después de una serie de recitales sobre esta obra: «Nunca las toqué todas de una vez. Yo me guiaba por las» toses» del público. Cuando las toses aumentaban, omitía la siguiente variación … En un concierto, las toses fueron tantas que sólo toqué 10 Variaciones … Mi récord está en 18. De todas formas, espero que puedas tocarlas todas y no tosas».
La Sonata n.2 para piano solo,
02 Rachmaninoff Piano Sonata No 2 in B flat minor. Op 36, – YouTube
Muchísimas son las obras, que no se suelen tocar en las salas de conciertos debido a su tremenda dificultad, todos sabemos eso, también, cualquier pianista reconocerá que es mucho más fácil tocar un concierto de Liszt o de Chopin o Beethoven que ponerse a estudiar uno de Rajmaninov.
Serguéi Vasilievich Rajmaninov o Rachmaninoff – vivió entre 1873 y 1943, destacó como compositor, intérprete de piano y director de orquesta. Lo fue «todo» y todo con sencilla perfección.
Dotado de muchos talentos, estuvo siempre fascinado con lo nuevo en el arte y otros ámbitos de la vida. Fue uno de los primeros automovilistas de Rusia y en su finca, Ivánovka, cerca de la ciudad de Tambov, en el centro de Rusia, inventó una sencilla máquina segadora, tratando de facilitar la vida de los campesinos.
Los primeros años del siglo XX los pasó entre la interpretación pianística y dirección orquestal. De este período, el poema sinfónico La isla de los muertos, la sinfonía coral Las campanas y obras corales a capella- La liturgia de san Juan Crisóstomo y Las Vísperas. La vida en los valles y praderas de Rusia le inspiró la creación de su famoso Concierto para piano n.º 3 en re menor de 1909 con una muy difícil cadenza , quizás lo más imponente de su repertorio pianístico, tanto por su duración como por su dificultad.
Era el preferido del autor: «Muchas cosas verdaderamente ajenas al piano se han escrito. Incluso dentro de lo que concierne a mis propios conciertos, prefiero por mucho el Tercero, ya que el Segundo es incómodo de tocar».
El Concierto n.° 4, el menos apreciado de la serie…de 1927, luego de diez años de silencio, la obra fue recibida por el público con frialdad.
Decía:
«No soy un compositor que produce sus obras de acuerdo con las fórmulas de teorías preconcebidas. Siempre he sentido que la música debe ser la expresión de la compleja personalidad del compositor; no debe llegar a confeccionarse cerebralmente, con la medida exacta hecha para adecuarse a ciertos moldes preestablecidos.
Mi música es el producto de mi naturaleza y, por lo tanto, es música rusa; nunca trato conscientemente de escribir música rusa, o cualquier otro tipo de música. Si la época no se presta para la expresión musical, los compositores deberían permanecer en silencio antes de fabricar la música pensada y no sentida».
La pérdida de su amada Rusia, la madre patria, quizá evocando la relación materna perdida a los once años y otras muchas pérdidas posteriores …su traumático fracaso.
Ya exiliado… en sus memorias decía:
«Existe una carga que quizá la edad haya puesto sobre mis hombros más pesada que ninguna otra, me era desconocida en mi juventud. Esta carga es que no tengo patria. Tuve que dejar la tierra en la que había nacido, donde pasé mis años juveniles, donde luché y donde sufrí todos los dolores que supone tener que abrirse paso, y donde logré, por fin, el éxito. Todo el mundo está abierto para mí y el éxito me aguarda en todas partes. Sólo un lugar permanece inaccesible y ese lugar es mi propio país: Rusia.
Cuando dio su último recital, el 17 de febrero de 1943 en Knoxville, Estados Unidos, el maestro estaba gravemente enfermo. Rajmáninov falleció el 28 de marzo de 1943 en Beverly Hills, California, justo unos días antes de cumplir 70 años. Fue enterrado en el cementerio de Kensico en Valhalla, Nueva York.
En las últimas horas de su vida insistía en que oía música procedente de algún lugar cercano. Después de que le reiteraran que no sonaba música por los alrededores, respondió: “Entonces, suena en mi cabeza.”
Palabras de Josef Hofmann en «In memory of Rachmaninoff»
«Rachmaninoff estaba hecho de acero y oro. Acero en sus brazos, oro en su corazón. No puedo pensar nunca en esta existencia majestuosa sin lágrimas en mis ojos, pues no sólo lo admiro como artista supremo, sino como ser humano».
“Escribo la música que escucho sonar dentro de mí… Soy un compositor ruso, así que mi temperamento, mi aspecto exterior y mi música son rusos en su esencia misma”.
Admirado por sus compañeros, Rachmaninov era el pianista de pianistas, una rareza en la profesión. Este reconocimiento se debió a su sinceridad y dedicación a la causa musical. Habló de sí mismo con humildad, demasiado consciente de la magnitud del deber que debe cumplirse
» Yo también estoy en la música. La música es suficiente para toda la vida. Pero toda una vida no es suficiente para la música. «