Amor al arte…

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Alexander von Humboldt  – Berlin-1779-1859 Polímata, geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista, explorador prusiano, dibujante y paisajista…

Su gran expedición científica, emprendida entre los años 1799 y 1804, dio a conocer en Europa bosquejos propios y detallados esquemas de carácter artístico-fisonómico y apuntes al natural, se le considera el gran impulsor de la representación gráfica de paisajes tropicales.

En su juventud se dedicó al dibujo y
a la pintura. Su interés en este campo fue tal que se hizo instruir por
Daniel Chodowiecki en la técnica del grabado en cobre.

Por qué no figura Humboldt en la historia del arte?

Según Hanno Beck: «Sus propuestas sirvieron de orientación a los naturalistas y a los artistas viajeros hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Estos últimos crearon imágenes de gran claridad científica y considerable calidad artística. Sin embargo, la crítica de arte alemana, muy conservadora, que rechazaba la pintura al aire libre y la técnica de bocetos al óleo, apenas las tuvo en cuenta. En contra de las esperanzas de Humboldt, pocos motivos tropicales se incorporaron a la pintura paisajística europea».

Su nombre no figura en la Historia del arte europeo…pero en América… debería ser un capítulo imprescindible dentro de su historia.

El célebre científico alemán amaba el arte y era muy bueno realizando obras pero vió la necesidad de contratar y aconsejar a pintores de entonces para plasmar las bellezas del nuevo continente.

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Tal es el caso de Luis de Rieux, activo en 1800, cuyo padre había estado desterrado con Antonio Nariño, éste por haber asumido la empresa de traducir del francés Los derechos del hombre.

Los Rieux regresaban a Santafé de Bogotá en el mismo barco en que Humboldt venía de La Habana.

En las cercanías de Cartagena, bajo su dirección, el joven Rieux también realizó la acuarela Volcanes de lodo de Turbaco.

Años después, el médico y dibujante Désire Roulin sería seleccionado por Humboldt en 1822 para que formara parte de la misión científica y llegó a fundar el Museo Nacional de Colombia a solicitud de Simón Bolívar.

Algunos pintores académicos viajaron por recomendación de Humboldt y recibieron instrucciones concretas en materia artística y en cuanto los sitios, la composición y factura de las pinturas de la naturaleza. Los más importantes entre ellos fueron Johann Moritz Rugendas (1802-1858), Ferdinand Bellermann (1814-1889) y Albert Berg (1825-1884).

Johann Moritz Rugendas. Vista del Valle de México con volcanes y Lago de Texcoco, c. 1833

Ferdinand Bellermann. La cueva del Guácharo, 1874

Albert Berg- El volcan de Tolima

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Frederic Edwin Church. Heart of the Andes, 1859

Muchos artístas emprendían sus viajes por que habían leído las obras de Humboldt, como sucedió con el pintor norteamericano Frederic Edwin Church (1826-1900 a quien un amigo solicitó su compañía para la búsqueda de su hermano en las selvas de Magdalena a la altura de Guaduas. Para persuadirlo, le regaló la obra Cosmos de Humboldt que acababa de salir en una versión inglesa en 1848. Church quedó tan convencido, que no solo lo acompaño sino que se trazo como programa recorre los sitios y hospedarse en los mismos albegues donde estuvo el científico.

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También se encuentran los diplomaticos franceses Jean-Baptiste-Louis Gros (1793-1870) y Auguste Le Moyne (ca. 1815-ca. 1880).

Gros, hijo del pintor de Napoleón, recorrió México, Venezuela y Colombia con la mirada dirigida por las publicaciones de Humboldt.

En Colombia pintó óleos «que desde distintas distancias, representan de frente el salto de Tequendama. Deploro –dice Le Moyne— que no se hayan reproducido para el público esos cuadros que dan de la cascada una idea más completa que el dibujo de Humboldt que ilustra su obra Vistas de las cordilleras». Le Moyne, entomólogo, dibujante y escritor, partió de obras tan importantes como Panorama de la naturaleza y Vistas de las cordilleras de Humboldt y realizó láminas sobre temas de costumbres.

También estaban los artistas que fueron contratados por los periódicos para hacer crónicas, debido al gran prestigio que Humboldt le había dado a esta literatura ilustrada. Cuando uno de estos artistas no podía visitar un país, entraba en contacto con otros viajeros que sí lo habían visitado y adquirían sus dibujos…

Existían los viajeros que no tenían un gran interés científico, sino que sus empresas eran de carácter comercial y político. Se sabe de mineros, como Joseph Brown, algunos viajeros eran espías, como Isaac Holton y otros: mercaderes, agiotistas y hasta «cazadores» de especies naturales y de orquídeas. Todos ellos, en una u otra forma, se apoyaban en la trayectoria del prestigioso Humboldt.

LA ESCUELA DE HUMBOLDT

La estética humboldtiana de paisaje es un lenguaje aparte. Parece un tema reservado e inédito de la historia europea del arte.

Humboldt le dedicó en «Cosmos» su obra de madurez, un capítulo titulado «Influencia de la pintura de paisajes en el estudio de la naturaleza» pero… su nombre no figura en la historia de arte.

Una excepción es el libro «Subjetividad«, del filósofo Joachim Ritter (1963), donde es mencionado en el tema dedicado al paisaje.

Paisaje heroico

Momento que vivió el investigador es el «Paso de Quindío»

El Quindio – Colombia- se considera el paso más penoso de la Cordillera de los Andes, Humboldt con su comitiva se aventuró en el.

Fue recibido con la devoción que las regiones apartadas suelen ofrecer a los visitantes ilustres del extranjero.Nuestra llegada a Santafé semejó una marcha triunfal. El Arzobispo nos había enviado su carroza, en la cual llegaron los notables de la ciudad y entramos con un séquito de más de 60 personas a caballo”.

En su nutrida correspondencia, Humboldt reseñó repetidamente la lejanía de estas tierras, su aislamiento casi proverbial. “Aquí se está completamente separado del mundo… como en la Luna”.

En septiembre de 1801, Humboldt salió rumbo a Popayán, hacia el occidente del país. Después de varios días, encontró un obstáculo extraordinario, infranqueable: el “Paso del Quindío” mencionado en sus crónicas de viaje. “Sufrimos mucho en nuestro recorrido por las montañas del Quindío”, escribiría años después.

sillero por el camino del quindio sin sombrero

Sus crónicas dan cuenta de los caminos pantanosos, deleznables, imposibles para las mulas, sólo transitables por los cargadores humanos que transportaban a los viajeros en sus espaldas.
Humboldt hace personalmente un boceto en 1801 y casi 10 años más tarde se lo entrega a Joseph Anton Koch para que en Roma haga un dibujo definitivo y éste a su vez se lo entrega a Christian Friedrich Traugott Duttenhofer para que en Stuttgart haga un grabado .

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Las corrientes en las que apoyó Humboldt a su escuela de paisaje son las que se daban en el arte europeo del momento: el «paisaje heroico» procede de una actitud neoclásica en la que, según Koch, el pintor mira «un área de terreno…e imagina que es Grecia».

Para Goethe, el paisaje heroico es aquel «en el cual una raza de hombres de pocas necesidades y nobles principios parece vivir», en él aparecen campos alternados, rocas y bosques, colinas interrumpidas y altas montañas; viviendas sin comodidades pero respetables; torres y fortalezas […] ningún trazo de campo o jardín cultivado, aquí y allá un rebaño de ovejas que indica la más antigua y básica explotación del suelo». Al leer estos conceptos se comprende cómo Koch, autor de paisajes heroicos, interpretó el grabado El Paso del Quindío. En éste se observan unos viajeros primitivos en primer plano y a lo lejos colinas interrumpidas, campos lisos sin mucho follaje y una población con torres…seguramente Ibagué, se puede pensar más en la Arcadia… que en el territorio colombiano.

Algo más…

Por otra parte, estaba el concepto de lo «pintoresco» del italiano pittoresco, que parezca una pintura, plantea que la naturaleza, representada en jardines, paisajes y pinturas, semejen cuadros.

Esto fue formulado en 1792 por el pintor inglés William Gilpin (1724-1804) sacerdote, escritor, artista y maestro de escuela británico, conocido como uno de los creadores del género estético de «lo pintoresco.»

Su ensayo sobre la belleza pintoresca, el viaje pintoresco y el dibujo de paisaje, de ese año, se considera su obra principal.

Desde su punto de vista, la diferencia entre lo Bello, objeto en su estado natural, y lo pintoresco, el objeto ilustrado por la pintura, en lo primero, se caracteriza por la idea de claridad y lisura y lo pintoresco por la rudeza.

Hay en Gilpin una búsqueda de una iconografía paisajística de lo pintoresco que se traduce en su alabanza de los objetos rudos, imperfectos, inacabados, y que son los que aportan interés a la obra. Los objetos rudos son apropiados para lo pintoresco, que busca también el efecto de luz y sombra.

Las teorías de Gilpin no sólo determinaron el nombre de su ensayo, «Cuadros de la naturaleza«, sino toda una serie de indicaciones para que una obra tenga cualidades artísticas. Humboldt propuso, tal vez basándose en procesos fotográficos, los cuales había defendido junto con Arago ante la Academia Francesa de Ciencias, colocar plantas tan contrastadas por la luz que parecieran una silueta.

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El óleo El volcán del Tolima, de Albert Berg, no sólo presenta la visión solicitada por Humboldt en una carta al pintor, sino que éste rodea el volcán con una corona de follaje rugoso y pleno de hendiduras de luz para seguir los planteamientos trazados por Gilpin.

Anticipábase a Enrique Federico Amiel que en 1852 afirmó que «el paisaje es un estado de ánimo».

La idea de Humboldt en «Cosmos» es que «gracias a la acción de la naturaleza exterior que lo rodea, sobre la naturaleza corpórea sensible del hombre, se desarrolla la naturaleza interior del hombre, la cual, a su vez, logra captar lo interior de la naturaleza exterior que lo rodea».

Humboldt propuso: «A la naturaleza hay que sentirla; quien sólo ve y abstrae puede pasar una vida en medio de la vorágine tropical, analizando plantas y animales y creyendo describir la naturaleza, que sin embargo le será eternamente ajena».

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Los pintores románticos ingleses y alemanes experimentaban un sentimiento de la naturaleza que la relacionaban con Dios. Soñaban y pintaban precipicios insondables, abismos, costumbres primitivas que Humboldt, ya los había contemplado, que una eran realidad en los Andes, en las selvas americanas y en las ruinas prehispánicas.

En tales vistas de la naturaleza, el hombre aparece casi siempre pequeño, de espaldas, dispuesto a contemplar la grandiosidad de la naturaleza.

En Europa, las obras de Caspar David Friedrich (1774-1840) fueron la inspiración de la teoría del paisaje alemán de Carl Gustav Carus (1798-1840) y de la reflexión sobre «el contemplar».

Ante los cuadros de Friedrich, un espectador contempla » el contemplar».

Humboldt combina la verdad científica de la naturaleza con el espíritu.

Sin embargo, «se vuelve hacia la naturaleza en presencia del peligro de que el espíritu pueda ser derrotado. Habla de las inquietudes sobre la pérdida de un goce libre de la naturaleza bajo el influjo de la comprensión pensante o del conocimiento científico», según Ritter.

Humboldt, estaba convencido, y así lo manifiesta a su hermano Guillermo, que «todo cuanto tiende a reproducir la verdad de la naturaleza da nueva vida al lenguaje».

En su texto sobre el paisaje llegó a la conclusión de que «sólo los grandes artistas pueden dar la naturaleza en su inmensidad y su verdad».

Su vida a partir del viaje a América fue un gran recuerdo que se concretó, gracias a los artistas, en la memoria de América.

La escuela de Humboldt resultó una escuela de paisajistas, soportada como las verdaderas escuelas, con planteamientos filosóficos.

Sus seguidores fueron los pintores viajeros y sus difusores, los grabadores europeos.

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